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11 de enero de 2018

Previsiones

Ni el clima ni el tiempo nos importa, y hasta la vida nos estorba

No estaremos preparados para el cambio climático, mientras no sepamos ni podamos predecir el tiempo con una antelación de veinticuatro horas. Ayer consulté a las tres de la tarde, la previsión del tiempo en la AEMET para la provincia de Madrid: daba cero por ciento de lluvia. Hoy me he mojado a primera hora de la mañana, por salir sin paraguas.

A partir ahora propongo a los meteorólogos, que dibujen de manera alternativa soles y lluvia en sus mapas, por toda la península: nunca fallarán en sus previsiones. Y cambiar el acrónimo de la AEMET por el de AEMEP (Agencia Estatal de Meteduras de Pata). Así por lo menos sabremos a lo que estamos expuestos. Aunque visto lo visto, creo que lo mejor será directamente ahorrarse la previsión, para no perder "el tiempo", ni el buen humor.

Claro, que si consideramos que hay otro tipo de previsiones mucho peores, pues nunca tendremos motivos para quejarnos: ya saben, "mal de muchos, consuelo de tontos". Ocurrió el otro día: el equipo médico le dio por muerto a Gabriel Montoya, un recluso de 29 años que cumplía su condena en la cárcel asturiana de Villabona. Resulta que cuando los funcionarios fueron a hacer el recuento, se encontraron inconsciente el cuerpo de Montoya, el cual permanecía sentado en una silla. Ni los dos facultativos con más de treinta años de experiencia del recinto penitenciario, ni el juez de guardia, ni la policía judicial ni la médico forense, encargada de certificar de forma oficial el fallecimiento del presunto muerto, dudaron de su previsión.

El cuerpo fue trasladado al Instituto Anatómico Forense para que se le realizara la autopsia. Para ello se procedió según el protocolo a introducir su cuerpo en una bolsa, y a trasladarlo al Instituto de Medicina Legal de Oviedo. Según declaraciones del padre, su hijo “llegó a esa situación al intentar suicidarse con pastillas”. El personal de guardia llegó incluso a marcarle con rotulador en el pecho para abrirle. En ese momento fue cuando empezó a roncar y tiene lugar una desgracia peor: el equipo que le asistía casi se muere del susto. Nadie imaginaba que la democracia podría llegar a ser así de macabra e irónica.

Esto según un médico que ha comparecido ante los medios ocurre, porque no se suele dejar transcurrir el tiempo suficiente para certificar que uno deje de ser persona, y pase a transformarse en cadáver. Los investigadores aducen que podría tratarse de un episodio de catalepsia. Lo curioso es que en esta ocasión el presunto difunto llevaba más tiempo que la hora estipulada por este facultativo.

Al parecer hay muchos que tienen prisa porque nos vayamos de aquí. Cuanto antes mejor. Ni el clima ni el tiempo nos importa, y hasta la vida nos estorba.

¡Qué horror!

José Luis Meléndez. Madrid, 11 de enero del 2018.
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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