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15 de enero de 2018

El último día

He muerto tantas veces contigo, que el día que faltes no sabré vivir sin ti

No ha sido fácil leerte el último poema en nuestra intimidad. Supongo que por el tono de la lectura, has intuido que se trata de algo triste, pero en el fondo cargado de sentimiento. “No hacía falta” o “te lo podías haber ahorrado”, son frases que yo me hubiese esbozado en tu lugar, porque en definitiva, los dos sabemos lo que nos queremos el uno al otro. Yo porque recibo innumerables muestras de afecto tuyas; muchas más de las que yo posiblemente te dispenso. Como esos paseos y platos repletos de olores que tanto te gustan. Tú a mí, por el baño de lametones al que me tienes acostumbrado cada noche en la cama, desde que eras  cachorra, sin que nadie te lo enseñara. O desde esas miradas de niña que me enternecen, a las posturas en las que te sorprendo infraganti mientras duermes.

A tus quince años, seguimos dando los mismos paseos. Incluso esos un poquito más largos que hacemos los fines de semana. Pero el tiempo no pasa en balde, y hay veces que ya no me escuchas, cuando entro en casa. Y seguramente tampoco me ves igual, por la catarata que se te aprecia en el ojo izquierdo. Los dos hemos perdido vista, pero lo importante es que nos sentimos y queremos mucho más que el primer día.

Todo esto me hace pensar que tú también hayas notado cambios en mí durante estos años. Es posible que no entiendas comportamientos míos a los cuáles te has acostumbrado. Por ejemplo cuando me pongo a escribir y no te digo nada. O cuando me voy y no te llevo conmigo. Eso es lo que más te molesta y me echas en cara, con tus ladridos, cada mañana, cuando compruebas por medio de mi vestuario, que se trata de una ausencia prolongada.

El día que te vayas sentiré esa misma ausencia tuya multiplicada por todos los días que hemos estado juntos. Mi ladrido será ese y el de otros dos poemas que te he escrito y leído, y que ojalá supiera ladrártelos, para que los entendieras.
Tienes toda la razón. Ya sé que estos días invernales y nostálgicos, debería de abstenerme de coger la pluma, y aprender un poco de ti.   Los humanos tenemos esa capacidad de anticiparnos a lo peor, creyendo así que estaremos mejor preparados el día que se presente la ocasión.

Me he imaginado tantas veces ese trágico momento, he muerto tantas veces contigo, que el día que faltes, no sabré vivir sin ti en este desierto sin vida, sin sentir ese abrazo tan tierno en mi pecho que  me anima a seguir palpitando. Es posible que a ti te pase lo mismo e intentes resistirte a dejar tu cuna de niña. No tienes por qué preocuparte. Porque lo que quizás no sepas (y espero que me perdones, y no me lo reproches), es que posiblemente ese día presientas una llamada de amor femenina de alguien que te quiso y escribió conmigo tus poemas.

José Luis Meléndez. Madrid, 14 de enero del 2018



José Luis Meléndez. Madrid, 14 de enero del 2018

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