El perdón verdadero, además de ser pleno, ha de estar supeditado a la sinceridad
En la infancia nos enseñaron que la acción de perdonar era un acto sano, propio de personas dotadas de un corazón noble. Aquel que perdonaba, era considerado un ser bueno, dotado de ciertos valores. Perdonando uno se sentía mejor persona. Una coartada perfecta esgrimida para el yo, el cual intentaba por todos los medios reconciliarse con el universo, antes incluso de que este le presentara sus respectivas disculpas.
El día 27 de junio de 1995, el empresario, abogado, médico y economista, Publio Cordón fue secuestrado por los GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), mientras practicaba deporte en las inmediaciones de su domicilio, ubicado en la provincia de Zaragoza. El 17 de agosto, la familia cumple su palabra, se desplaza a Francia, y paga los 400 millones de pesetas que reclamaba la banda terrorista. Horas después, Enrique Cuadra Echeandía, integrante del comando, haciendo una vez más gala de su sangre fría, contacta con la familia, para informarle de su puesta en libertad, ese mismo día.
La realidad, como cinco años después confesó al ser detenido, Fernando Silva Sande, responsable de los GRAPO, es que Publio Cordón, murió antes del pago del rescate. El empresario, según declaró, cayó herido por una de las ventanas de la casa, al intentar escapar, en el lugar en donde le retenían. Los terroristas, para evitar ser delatados, en lugar de prestarle auxilio y llevarle a un hospital, le dejaron morir, y enterraron su cadáver en la región montañosa de Mont Ventoux.
En el año 2012, la policía logró identificar la casa francesa de Bron, junto a Lyon, donde estuvo secuestrado Cordón. En un armario zulo encontraron restos de ADN del empresario, numerosas cartas que Cordón escribió a su familia, y marcas (hasta un total de 15), con los que había ido registrando los días transcurridos, por lo que se dedujo que falleció entre el 11 y el 13 de julio.
Hace escasos días, el veinte de noviembre, Carmen Cordón, una de las hijas del empresario, ha acudido a los juzgados de la Audiencia Nacional, y ha presenciado de cerca los rostros de los presuntos asesinos de su padre. Los grapos acusados, Mª Victoria Gómez y José Antonio Teijuelo, para los que la Fiscalía pide 37 años de prisión, por los delitos de detención ilegal, homicidio, y estafa agravada. En la vista, los terroristas, además de negar su implicación en el secuestro mortal, han desperdiciado una vez más la ocasión para facilitar alguna pista sobre el paradero del cuerpo, impidiendo de esta forma a la familia, el entierro digno, y el luto que toda familia necesita, para llevar a cabo su duelo.
Perdonar solo con el corazón, cuando el alma aun afectada, mantiene el vivo recuerdo de tantos años, y tantos momentos de sufrimiento, sin estar aún sanada (perdono pero no olvido), supondría conceder a los agresores un perdón falso e injusto. Porque para que un perdón sea verdadero, además de ser pleno, ha de estar supeditado a la sinceridad. De lo contrario se convierte en una falsa excusa.
Remitir un acto personal no le exime a uno de su falta, de su daño, y de su irresponsabilidad, ni de su perdón social, si como es el caso, existen numerosas personas afectadas. Máxime si además ha existido premeditación en los actos cometidos mantenidos en el tiempo. El problema del perdón, es que en ocasiones se concede a quien no lo merece, y este lo convierte en una excusa, para volver a reincidir, ocasionando de esta forma un grave perjuicio a la sociedad.
Es comprensible por tanto reconocer la incapacidad de la “psique humana para sobrellevar tantos años de mentira y de pena sin redimir”, a la que alude Carmen Cordón, hija del fallecido, en su emotivo e impactante artículo, publicado en el diario ABC, y en El Heraldo de Aragón, el día 21 de noviembre, escrito el mismo día de su cara a cara con los presuntos homicidas de su padre, los cuales no le han dado la necesaria muestra de arrepentimiento que todo perdón requiere.
Unos presuntos criminales que en el peor de los casos, gozarán de un trato, de unos derechos, y de una celda palaciega, en comparación con el zulo en el que durante una quincena mantuvieron preso al secuestrado. Y de una paz que un día arrebataron a los seres queridos de Publio Cordón.
José Luis Meléndez. Madrid, 26 de noviembre de 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
En la infancia nos enseñaron que la acción de perdonar era un acto sano, propio de personas dotadas de un corazón noble. Aquel que perdonaba, era considerado un ser bueno, dotado de ciertos valores. Perdonando uno se sentía mejor persona. Una coartada perfecta esgrimida para el yo, el cual intentaba por todos los medios reconciliarse con el universo, antes incluso de que este le presentara sus respectivas disculpas.
El día 27 de junio de 1995, el empresario, abogado, médico y economista, Publio Cordón fue secuestrado por los GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), mientras practicaba deporte en las inmediaciones de su domicilio, ubicado en la provincia de Zaragoza. El 17 de agosto, la familia cumple su palabra, se desplaza a Francia, y paga los 400 millones de pesetas que reclamaba la banda terrorista. Horas después, Enrique Cuadra Echeandía, integrante del comando, haciendo una vez más gala de su sangre fría, contacta con la familia, para informarle de su puesta en libertad, ese mismo día.
La realidad, como cinco años después confesó al ser detenido, Fernando Silva Sande, responsable de los GRAPO, es que Publio Cordón, murió antes del pago del rescate. El empresario, según declaró, cayó herido por una de las ventanas de la casa, al intentar escapar, en el lugar en donde le retenían. Los terroristas, para evitar ser delatados, en lugar de prestarle auxilio y llevarle a un hospital, le dejaron morir, y enterraron su cadáver en la región montañosa de Mont Ventoux.
En el año 2012, la policía logró identificar la casa francesa de Bron, junto a Lyon, donde estuvo secuestrado Cordón. En un armario zulo encontraron restos de ADN del empresario, numerosas cartas que Cordón escribió a su familia, y marcas (hasta un total de 15), con los que había ido registrando los días transcurridos, por lo que se dedujo que falleció entre el 11 y el 13 de julio.
Hace escasos días, el veinte de noviembre, Carmen Cordón, una de las hijas del empresario, ha acudido a los juzgados de la Audiencia Nacional, y ha presenciado de cerca los rostros de los presuntos asesinos de su padre. Los grapos acusados, Mª Victoria Gómez y José Antonio Teijuelo, para los que la Fiscalía pide 37 años de prisión, por los delitos de detención ilegal, homicidio, y estafa agravada. En la vista, los terroristas, además de negar su implicación en el secuestro mortal, han desperdiciado una vez más la ocasión para facilitar alguna pista sobre el paradero del cuerpo, impidiendo de esta forma a la familia, el entierro digno, y el luto que toda familia necesita, para llevar a cabo su duelo.
Perdonar solo con el corazón, cuando el alma aun afectada, mantiene el vivo recuerdo de tantos años, y tantos momentos de sufrimiento, sin estar aún sanada (perdono pero no olvido), supondría conceder a los agresores un perdón falso e injusto. Porque para que un perdón sea verdadero, además de ser pleno, ha de estar supeditado a la sinceridad. De lo contrario se convierte en una falsa excusa.
Remitir un acto personal no le exime a uno de su falta, de su daño, y de su irresponsabilidad, ni de su perdón social, si como es el caso, existen numerosas personas afectadas. Máxime si además ha existido premeditación en los actos cometidos mantenidos en el tiempo. El problema del perdón, es que en ocasiones se concede a quien no lo merece, y este lo convierte en una excusa, para volver a reincidir, ocasionando de esta forma un grave perjuicio a la sociedad.
Es comprensible por tanto reconocer la incapacidad de la “psique humana para sobrellevar tantos años de mentira y de pena sin redimir”, a la que alude Carmen Cordón, hija del fallecido, en su emotivo e impactante artículo, publicado en el diario ABC, y en El Heraldo de Aragón, el día 21 de noviembre, escrito el mismo día de su cara a cara con los presuntos homicidas de su padre, los cuales no le han dado la necesaria muestra de arrepentimiento que todo perdón requiere.
Unos presuntos criminales que en el peor de los casos, gozarán de un trato, de unos derechos, y de una celda palaciega, en comparación con el zulo en el que durante una quincena mantuvieron preso al secuestrado. Y de una paz que un día arrebataron a los seres queridos de Publio Cordón.
José Luis Meléndez. Madrid, 26 de noviembre de 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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