Todos los días, se repite la misma escena. A la Jefa de la sección La Pluma Verde, no le gusta que la dirección salga sin su permiso, máxime, si se trata de mucho tiempo. Dependiendo de la ropa y de los complementos que lleves, sabe el tiempo que te vas a ausentar. No es que tenga carácter, como cabría pensarse en un principio; es que el sentido de equipo y de manada, por decirlo de alguna manera, es muy grande, y la pobre no entiende este tipo de "traiciones humanas".
Por mucho que le digas que luego vas a venir, no puede evitar, igual que lo haría un niño, este ataque de rabia y de impotencia. La compañía y el vínculo físico son muy importantes para nuestras mascotas. Uno se imagina lo mal que lo deben pasar durante nuestra ausencia, no solo por sus necesidades, sino por su preocupación.
Su primera manifestación es un ladrido de desacuerdo y de aviso: "sé que te vas, y no me gusta". Si además la gente empieza a besarse, la situación empeora, porque los excesos emocionales, tienen una única destinataria. Y si además de lo anterior, te vas acercando a la puerta de salida, las primeras manifestaciones, terminan por agravarse.
En esta ocasión se trata de una salida prolongada, por ese motivo emplea todos sus medios para manifestar su desacuerdo, y su correspondiente dolor en la misma puerta de salida. Si se hubiese tratado de una salida breve, y lo hubiera hecho con las bolsas de basura, no hubiera manifestado tanto enfado, porque sabe que volvería enseguida.
La puesta en escena no solo tiene lugar con el que suscribe, también se enfada con las personas que entran a casa, si una vez reconocidos, hacen amago de irse. Es posible que a algunas personas no entiendan este tipo de comportamiento. No se preocupen, yo se lo resumo. Su lema es: "Si entras, no sales".
Que le vamos a hacer. Son las reglas caninas de La Pluma en Ristre. Y en una relación con las mascotas no debemos nunca olvidarnos que existen dos reglas: las suyas y las nuestras. Se trata por tanto de una relación de adaptación mutua, y no de una imposición unilateral de una de las partes.
Si no tenemos esto claro, es mejor que nos abstengamos de adoptar, y que lo haga otra persona más empática y sensible. Ya existen en la sociedad, demasiado dictadores sueltos. Y nadie (menos aún estos maravillosos e indefensos seres), se merecen un trato mínimamente indigno.
Las mascotas no se humanizan, igual que un ser humano no puede divinizarse; nos deshumanizamos más bien entre nosotros, y nos humanizamos como especie, en su relación diaria con ellas.
José Luis Meléndez. Madrid, 21 de marzo del 2017
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