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12 de agosto de 2014

El tiempo

El dinero se puede recuperar, pero no así el tiempo vital

El tiempo es esa magnitud física, que nos permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Pero ¿existe realmente el tiempo, o es una invención humana? El tiempo es un concepto virtual que creó el hombre, y del que podemos prescindir mentalmente, a través de su representación física. Todos hemos podido constatar cómo durante los fines de semana, o las vacaciones, al relegar el tiempo y su representación física o reloj a un segundo plano, el día, a pesar de tener el mismo número de horas que un día laboral, pasa más rápido y placentero.

Quizás la fecha en la cual somos más conscientes del transcurso del tiempo, es el día de nuestro cumpleaños, o el día de Año Nuevo. En medio de sonrisas y felicitaciones recibimos a través de nuestros allegados el agradecimiento por permanecer un año más a su lado. Llegados a la edad madura, acogemos con alegría, y cierto asombro la llamada o la presencia de los nuestros, mientras sostenemos la copa de cava en nuestra mano, y pensamos: ¿Un año más, o un año menos? ¿La copa medio llena o medio vacía…?

Los siglos, los años, los meses, los días, las horas, los segundos. Pero ¿dura lo mismo una hora de placer, que una hora de sufrimiento? La respuesta es afirmativa, aunque esta última se nos haga eterna. De esta forma podemos ver como en función de la naturaleza emocional del momento, el tiempo adquiere mayor o menor duración psicológica. El tiempo emocional lo formamos con imágenes mentales de actos, cosas, animales o personas, y es por lo tanto relativo al tiempo físico.

En líneas generales podemos hablar de tiempo personal y tiempo social. Dentro del primero podríamos incluir el dedicado al ocio, el tiempo de reflexión, y al enriquecimiento personal. En el tiempo social entrarían las relaciones de amistad, familiares, y laborales. El concepto de tiempo personal ha pasado a revalorizarse en los últimos tiempos, y muchos de los empleados y ejecutivos han optado por rebajar sus expectativas salariales, en favor de un mayor enriquecimiento personal, y de una mayor calidad de vida.

Desde pequeños nos educan con conceptos tan intangibles e incomprensibles como la eternidad, y somos nosotros, los que con el paso del tiempo, y de algún que otro golpe, terminamos por darnos cuenta de la temporalidad de las cosas. Esto supone a su vez otra pérdida de tiempo, ya que el concepto de eternidad, nos invita a relajarnos y aplazar proyectos para una hipotética y futura vida.

Aprovechar el tiempo ha sido una de las más importantes ocupaciones y preocupaciones del hombre, a lo largo de su existencia. Vida no hay más que una, por lo menos aquí en la tierra. Ya Teophrastrus (300-287 a. de C) decía: “el tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar”. El reloj nos ha ayudado a organizar y diversificar nuestra vida diaria. Los días el mes, el mes los años.¡Qué es el trabajo, sino una compra de nuestro tiempo…! Imprescindible para sobrevivir en la civilización moderna, pero innecesario para vivir en sociedades según algunos, menos avanzadas.

Como elemento clarificador, el tic- tac del reloj, nos ayuda a tomar una mayor perspectiva de los acontecimientos del pasado y reformularlos y hacerlos más consistentes desde el presente hacía el futuro. El dinero, nos ha comprado el tiempo. ¿Se trata entonces de aprovechar el tiempo, o de aprovechar la vida? Cuando el Profesor José Luis Sampedro escuchaba la frase típica “el tiempo es oro”, enseguida se dirigía a su interlocutor para razonar y corregir la frase: “el tiempo no es oro, el tiempo, es vida”. Y Benjamín Franklin, nos lo recuerda en similares términos con la siguiente interpelación: “¿amas la vida? Entonces no malgastes el tiempo, porque es el material de que está hecha la vida”.

El dinero se puede recuperar, pero no así el tiempo vital. Se trataría de tomar conciencia de este concepto, y aplicarlo en la medida de nuestras posibilidades, a través del mantra oriental del aquí y ahora. Vivimos en una permanente nostalgia del pasado, estrés del presente, y ansiedad por el futuro. Existimos, pero no vivimos. En una sociedad acelerada, en la cual prevalecen los acontecimientos externos, y en donde nuestro protagonismo interior y personal, intenta aflorar en un campo estéril, el cual podemos abonar con unos minutos diarios por medio de nuestra conciencia. Solo entonces, al prescindir y parar el tiempo, y, desconectar nuestro reloj interno, es cuando podemos sentirnos eternos. Fuera del tiempo.

José Luis Meléndez. Madrid, 12 de Agosto del 2014.
Fuente de la imagen: Flickr.com

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