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16 de agosto de 2023

Víctimas

Es posible que Daniel sea víctima de la justicia pero Edwin ha sido la víctima real de una muerte injusta

El asesinato del cirujano Edwin Arrieta en Tailandia ha abierto un debate sobre la naturaleza humana. Los telespectadores acudimos estos días atónitos a distintos espacios informativos y de opinión que intentan arrojar luz sobre dicho desenlace.

Los periodistas, abogados y criminólogos hacen lo posible para explicar lo ocurrido más que para entender el comportamiento del agresor. De ahí que no haya tenido más remedio que recurrir a la opinión de un reputado psiquiatra, como es Luis Rojas Marcos.

Mediante la lectura de su obra “Las semillas de la violencia” he intentado acercarme a la mentalidad del agresor y conocer un poco más la naturaleza humana. Para ello he procedido a adentrarme en los capítulos que guardan una relación más directa con el caso que nos ocupa.

He de reconocer la profundidad con la que Rojas Marcos aborda el tema. La mayor parte lo hace gracias a su gran conocimiento y experiencia. Y otras se vale de extractos y citas de otros autores, aportaciones gracias a las cuales enriquece más su obra.

Les recomiendo, por tanto, que antes de sumergirnos en las profundidades luminosas y tenebrosas de la mente humana, se pertrechen su traje de neopreno para no quedarse helados, ya que el concepto que tienen del ser humano es muy posible que no se corresponda con el que ustedes tienen de los demás y de ustedes mismos.

Por ejemplo Freud ya nos advertía que el hombre es un ser que está dominado por un impulso de aniquilarse a sí mismo y de exterminar a otros. Es más, en su obra “El malestar de la cultura”, añade: “El hombre no es una criatura bondadosa necesitada de amor. Como mucho usaría defenderse si es atacado. Por el contrario es una criatura entre cuya dotación de instintos cuenta con una poderosa ración de agresividad. Homo homini lupus (el lobo es un lobo para el hombre). ¿Quién se atreve a refutar este axioma, después de todas las experiencias de la vida y de la Historia?”.

Afirma Rojas, que “el goce con el sufrimiento ajeno es un rasgo exclusivo de nuestra especie”. Y lo vuelve a recalcar con otra serie de reflexiones: "La crueldad de los animales es un mito, la del ser humano es una siniestra realidad”. “La persona es la criatura más cruel que hay sobre la tierra”. Y yo me pregunto: ¿es posible que como consecuencia de esta imagen idílica que tenemos del ser humano nos cause escalofríos, casos como el del asesinato del cirujano?

Subamos un poco más a la superficie y tomemos algo de oxígeno. Es cierto que el ser humano es un ser imprevisible, ya que como afirma Rojas, también nace con la capacidad de la compasión, de la generosidad, de la abnegación y de la empatía: “si fuéramos por naturaleza crueles y egoístas la humanidad no hubiera podido sobrevivir porque ninguna sociedad puede existir sin solidaridad, sin que sus miembros estén continuamente ayudándose unos a otros”.

“El crimen siempre ha estado y estará entre nosotros”, afirma Don Luis. Es cierto, añadiría. Cada día desde los anales de la Historia pagamos la muerte de distintas especies para sobrevivir. ¿No somos los autores intelectuales de dichos actos?, cabría preguntarse.

Según Rojas "las raíces de la crueldad o del crimen violento se plantan en los primeros años de la vida en el seno del hogar, se cultivan en un medio social impregnado de desigualdades y frustraciones, y crecen avivadas por valores culturales que glorifican las soluciones agresivas de los conflictos entre las personas". En otras palabras: “la crueldad tanto física como emocional mutilan psicológicamente al niño y le pueden transformar en un ser sádico y destructor”. De esta forma, “Los hombres y las mujeres, en contraste con los demás mamíferos son los únicos primates que pueden sentir placer haciendo daño o aniquilando a sus compañeros de vida, sin motivo, ni razón”, añade en otra de sus aportaciones.

Gibran Jalil Gibran escribe en su libro “El profeta”: “A menudo escucho que me referís al hombre que comete un delito como si él no fuera uno de vosotros, como un extraño y un intruso en nuestro mundo. Más yo os digo que de igual forma que el más santo y el más justo, no pueden elevarse por encima de lo más sublime que existe en cada uno de vosotros, tampoco el débil y el malvado pueden caer más bajo de lo más bajo que existe en cada uno de vosotros”.

He tenido la oportunidad de escuchar a más de un psicólogo y psiquiatra que cualquier ser humano es capaz de matar cuando está sometido a ciertas circunstancias de estrés, lo cual me lleva a afirmar que todos llevamos un potencial asesino dentro. Otra cosa es que todavía no hayamos tenido la suerte de conocerle o que no tengamos el valor de reconocerle. Es posible que Daniel sea víctima de la justicia pero Edwin ha sido la víctima real de una muerte injusta.

El doctor se muestra crítico y condescendiente con “el atractivo de la violencia” en los medios: “El sustituto moderno del circo, de la guillotina o del patíbulo son las escenas que disemina cada minuto del día la industria del cine y de la televisión, destinados a representar con más o menos realismo toda la variedad existente de violencia entre las personas”. “Quienes lo deseen pueden reunirse en cualquier momento en a comodidad del hogar familiar y recibir la dosis diaria de sadismo y de agresión audiovisuales a través del televisor, presenciar lo más violento que la vida puede ofrecer”. Habría que añadir a la lista los smartphones, móviles y tabletas de la actualidad.

Cuenta Rojas Marcos como a finales del mes de noviembre de 1963, un día después del asesinato del presidente de EE.UU John F. Kennedy, el diario New York Times publicó el siguiente comentario editorial: “El asesinato a tiros del presidente Kennedy fue el método normal de tratar con un adversario, como nos enseñan incontables programas de televisión. Esta tragedia es una de las consecuencias de la corrupción de la mente y los corazones de la gente, a causa de la violencia televisiva. Esto no puede continuar”. Resulta por tanto contradictorio ver como los mismos medios que tratan la noticia de una forma magnánima sean los mismos que difunden escenas violentas.

Según un estudio llevado a cabo por la Asociación Americana de Psicología en 1993, los niños estadounidenses vieron antes de cumplir los 14 años, 8.000 asesinatos y 100.000 actos violentos. En España en ese mismo año según un estudio de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes los menores vieron a la semana 670 homicidios, 420 tiroteos, 8 suicidios y 30 torturas.

Asimismo, según fuentes recogidas por el autor, el 25% de los criminales entrevistados en una prisión norteamericana indicaron que en la ejecución de sus crímenes habían utilizado métodos que habían copiado a propósito de programas de televisión. Otros estudios establecen una relación entre la introducción de la televisión en el país y el aumento de la incidencia de homicidios. Por ejemplo, en EE.UU y Canadá, las tasas anuales de asesinatos se duplicaron a los 15 años de introducirse la televisión, lo que ocurrió en 1945. Lo mismo sucedió en Sudáfrica donde el gobierno no permitió la televisión hasta 1975.

Aún con estos datos, el psiquiatra y autor del libro piensa que “la televisión no provoca necesariamente comportamientos violentos si no que los hace menos alarmantes, más aceptables” (sic), ya que al observar escenas despiadadas nos liberamos indirectamente de nuestras ocultas tendencias destructivas, afirmaciones que contrastan, o al menos cuestionan, los estudios anteriormente mencionados.

Lo que es cierto, según reconoce Rojas Marcos, es que la televisión (y los medios audiovisuales actuales), “se enfrentan con un problema difícil si no imposible de resolver cómo reflejar la agresividad que realmente existe en nuestra sociedad sin explotarla ni fomentarla”.

En cualquier caso, arrebatar la vida a alguien no debería ser penado con el mismo acto que se condena. La pena capital es injusta porque con ella no solo se castiga al culpable. También se condenan a sus familiares y amigos inocentes así como al resto de la sociedad a padecer un dolor emocional y moral de por vida. Constituye una injusticia que emanando de la justicia, termina por anularse a si misma.

José Luis Meléndez. Madrid, 16 de agosto del 2023. Fuente de la imagen: wikipedia.commons.org

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