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3 de mayo de 2022

La desintegración de España

Si los partidos independentistas representan un riesgo para la unidad territorial, la extrema derecha representa  un grave problema para la desintegración del Estado

“Será una broma, ¿no? Que nos digan que rompamos con Vox, cuando el Psoe está con Bildu”, exclamaba hace unos días Feijóo en los micrófonos de la SER. La derecha se ha otorgado la licencia de hacer lo que durante años viene criticando a la izquierda, como es pactar con un partido extremista.

La pregunta sería: ¿qué partido es más radical, Vox o los partidos de coalición que apoyan al gobierno? Afinemos aún más la pregunta: ¿son igual de demócratas los socios de la oposición que los del Psoe? Basta acudir a la organización interna de cualquiera de dichas agrupaciones para darse cuenta que todos los grupos a  excepción de los de derechas son partidos con órganos democráticos.

El extremismo es un concepto que más que con una ideología tiene que ver más con la actitud que dichos grupos demuestran con respecto a su país y a sus ciudadanos a la hora de afrontar sus problemas. Hace unos días tuvo lugar en el Congreso una votación para aprobar las medidas anticrisis destinadas a hacer frente a la situación que actualmente atraviesa el país así como los sectores y ciudadanos que más están acusando la actual situación económica, provocada por la inflación derivada de los costes de la energía, y agravada por la guerra de Ucrania.

Las medidas pudieron salir adelante gracias al apoyo de Bildu, ya que los principales partidos de la oposición representados por el PP, Vox y Ciudadanos, prefirieron votar atendiendo a sus intereses de partido. Quien le iba a decir a este país que un partido tan vilipendiado por la oposición como Bildu, iba a darles una lección de sentido de Estado y de sensibilidad social a los mismos que le han criminalizado.

La argucia de Feijóo de bajar el IRPF a cambio del apoyo de dichas medidas, además de no entrar dentro de las políticas económicas de algunos países europeos, según el Psoe, ya fue utilizada en el año 2009 por el recién ungido líder. Pero una vez que tomó posesión de su cargo, la medida la aplazó sine die hasta finales del año 2015. No parece por tanto muy apropiada la propuesta de dicha medida por alguien que no puso mucho interés en la aplicación de dicha fórmula.

El partido popular ha desaprovechado el tirón electoral y la fuerza moral que le hubiera supuesto haber llegado a algún acuerdo con el Psoe, que hubiese beneficiado a los españoles, a los andaluces, y que le hubiese librado de esa imagen de partido negacionista e independentista que ha demostrado estos años ante los problemas de los españoles.

La alianza que el PP ha establecido con Vox en Castilla y León le impide presentarse a las elecciones andaluzas como un partido de centro derecha, y utilizar el espacio de centro que su propia formación ha absorbido con la incorporación de Ciudadanos.

“Si a Vox no le gusta que le digamos extrema derecha, yo no se lo diré”, afirmaba el líder popular, intentando blanquear y acercar la marca de dicha formación a su electorado. Pero el problema que tiene Feijóo no es hacer lo que a Vox le guste, sino complacer al electorado moderado que representa y que no ve con buenos ojos una alianza con un partido de extremo como es Vox.

Es llamativo que la formación verde siguiendo el modelo de moderación francés llevado a cabo por Marine Le Pen, haya optado por situar la inmigración en un segundo plano. Una forma tal vez de esquivar la pregunta sobre cuál es el punto de vista de la formación ante la llegada masiva de refugiados ucranianos por motivos humanitarios y de escapar del debate de los derechos humanos tan cuestionados por la formación.

Vox es un partido antieuropeo que posee diputados en Europa, que asegura estar en contra de las autonomías pero se presenta y se nutre de ellas y aboga por ilegalizar formaciones elegidas democráticamente. También dice ser un partido patriota que no defiende los intereses de todos los españoles que propugna la Constitución. Supone además un peligro para la defensa nacional, ya que al cuestionar la unidad europea, cuestiona de igual forma las políticas de la OTAN, como ha quedado demostrado ante su oposición al envío de armas a Ucrania.

La formación sin embargo ha felicitado a través de su líder a Viktor Orban, igual que lo han hecho otros líderes de la extrema derecha europea como Marine Le Pen, Norbert Kleinwächter, líder de la ultraderecha francesa, del populista de derechas holandés Geert Wilders, y el mismísimo Putin. Queda por tanto claro como la ultraderecha europea está más cerca del totalitarismo ruso y chino que de las democracias occidentales de las cuales se nutre para conseguir sus objetivos, si uno además tiene en cuenta que Vox fue el único partido del arco parlamentario que se negó a retirar la medalla de oro que el Consistorio madrileño otorgó a Putin en una de sus visitas. El problema por tanto no es que vox se putinice sino que el PP se voxalice.

Según el líder de Vox, el pueblo español  no es soberano para decidir el destino de España ya que “la nación está formada por los muertos, por los vivos (el pueblo) y por los que van a nacer”, pero sí que es soberano para que voten a su formación.

Una vez puestos en antecedentes, cabe cuestionarse que coalición es más comunista, si la del PP al lado de una formación más cercana al modelo chino y ruso, o la del gobierno con sus socios demócratas. Si los partidos independentistas representan un riesgo para la unidad territorial, la extrema derecha española representa un grave problema para la defensa nacional, la desintegración del Estado autonómico y la posible salida de España de Europa a través de la celebración de un referéndum como dejó claro Le Pen.

José Luis Meléndez. Madrid 3 de mayo del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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