¿Con qué sinceridad y con qué cara es capaz uno de darle a otro los buenos días, después de ver las imágenes que nos llegan?
El mundo está cansado y triste. Los ciudadanos después de la larga pandemia acusan el desgaste psicológico que la nueva guerra en Ucrania ha frenado de golpe. La tensión nacional e internacional empieza a hacer mella en algunas sociedades como la española. Así lo pone de manifiesto un estudio realizado para Rescue, según el cual siete de cada diez españoles reconoce que su bienestar emocional es peor que el de hace un año. Estudio realizado antes de que estallara dicho conflicto bélico a las puertas de Europa.
Son tiempos por tanto en los que los saludos, hasta hoy protocolarios como son los “buenos días”, han pasado a constituir poco menos que una falta de respeto, de empatía y sensibilidad con respecto a los demás. ¡Buenos días, mundo!, ¡Buenos días, Ucrania! ¿Con qué sinceridad y con qué cara es capaz uno de darle a otro los buenos días, después de ver las imágenes que nos llegan de una nación y democracia como la de Ucrania, formada por cuarenta millones de personas, atacada y amordazada por su vecino autocrático e imperial, impidiéndole elegir su propio destino?
“Queremos que todo el mundo tenga la sonrisa que desea”, reza la frase comercial de una red de clínicas odontológicas, publicada en un diario de refencia nacional, un día antes del ataque de Rusia a su vecina Ucrania; por no mencionar el anuncio televisivo del dentista que le hace reír a la paciente más que su marido, gracias a la marca de una conocida pasta dentífrica. Como si la sonrisa naciese y residiese en dicho órgano bucal más que en el estado anímico de la persona. Uno se lava los dientes justo antes del telediario y ya es capaz de ver su contenido íntegro con una sonrisa esbozada de oreja a oreja. ¿Cabe más frivolidad en tan poco tiempo?
Si el choque entre dos o más placas tectónicas se llama terremoto, la colisión entre dos bloques de países se denomina guerra mundial. Ante tal escenario de proclamas y arrebatos belicistas se hace necesaria, más que nunca, una llamada a la calma, la cordura y la racionalidad, dejando de lado la testosterona fálico-nuclear propia de estos eventos.
No se pueden aceptar reuniones bilaterales en mesas que separan más que unen a sus integrantes, máxime cuando lo que se trata es llegar a un acuerdo en apenas un par de horas. Propongo en su lugar la celebración de jornadas distendidas para rebajar la tensión en entornos naturales, que es donde las buenas energías fluyen, lejos de las estancias frías, las agendas y los teléfonos rojos, en la que quede prohibida la indumentaria protocolaria.
Es el momento de la interlocución de Estados Unidos y Europa con el gigante asiático, que en estos momentos tiene la mente más fría, para que en su papel de intermediación logre hacer recapacitar a Rusia de su grave error con objeto de retomar el diálogo que encamine a occidente y a Rusia a una negociación. Y llegado el caso firmar un acuerdo inmediato a corto plazo, supervisado por la ONU, que active el alto el fuego bajo la condición de la celebración de unas elecciones generales en las cuales los ucranios y no las armas hablen y decidan su anexión a la Unión Europea o a Rusia. Todo menos una guerra desastrosa e injusta que haga que el conflicto se enquiste y se extienda en el tiempo.
José Luis Meléndez. Madrid, 27 de Febrero del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org