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31 de octubre de 2021

La RAE canina

Bienvenido a la RALC o lo que es lo mismo, a la Real Academia de la Lengua Canina, en la cual las palabras sobran...

Tengo por costumbre si no leer ojear casi toda la prensa escrita nacional. Hoy, leyendo prensa atrasada, me he encontrado con esta maravillosa familia. La primera impresión que he sentido ha sido una emoción indescriptible, de hermanamiento o de manada y de una alegría inmensa, al darme cuenta que todavía hay personas con nobles sentimientos. Y por supuesto animales, como en este caso los perros, que en su corta vida además de hablar menos que los humanos, realizan labores más importantes e incluso humanas, que muchas personas.

La segunda es una pena enorme de vivir tan lejos todos los que hablamos ese lenguaje al que Luis se refiere: el que nos enseñan nuestras mascotas, al contrario que nosotros, sin mover los labios, sin insistir y sin prisas sancionadoras. Unas veces lo hacen con una mirada, otras torciendo la cabeza, moviendo la cola, estornudando, con un lametón, y en última instancia, si se tercia, con un ladrido. Inteligencia emocional le llaman algunos.

Bienvenido a la RALC o lo que es lo mismo, a la Real Academia de la Lengua Canina, en la cual las palabras sobran...

José Luis Meléndez. Madrid, 31 de octubre del 2021. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

22 de octubre de 2021

La joya más preciada

Sinceramente, la historia me ha conmovido. Esta mañana un chico con algún tipo de discapacidad le ha entregado en un vagón del metro a una persona allegada, esta obra que ha creado en apenas un par de minutos, delante de ella, con papel de plata, con los ojos cerrados. A esta persona también le ha conmovido la calidad de la obra creada en tan poco tiempo y le ha correspondido con un donativo, además de con un halago.

Y el chico mientras agradecía el donativo, le ha manifestado a esta persona allegada que en los momentos en cuales sale de la residencia, se dedica a hacer esto como le enseñó su abuela. Y que en lugar de móviles, mirando a los demás usuarios que le acompañaban, prefiere ejercer su mente y realizar este tipo de trabajos.


Se trata de la estatua del oso y el madroño. Nada más cogerla entre mis manos la he puesto en un lugar de la casa para que la gente la mire pero no la toque. Como si fuese mi joya más preciada.

José Luis Meléndez. 22 de octubre del 2021

4 de octubre de 2021

El espíritu de Omayra

Hoy me ha parecido oportuno llevaros la fuerza, la madurez y el optimismo del espíritu de Omayra

Queridos palmeros:

No estáis solos; no lo deis todo por perdido. Os quedan vuestros familiares y amigos; os queda la vida. No os ha hecho falta, sin embargo, salir de vuestras casas para daros cuenta que otras especies y seres indefensos, incapaces de comprender lo que está pasando y de reaccionar si lo han perdido todo. Y cuando digo todo, me refiero al bien más preciado: la vida.

Os quedan los mismos sueños deseados e incumplidos que ahora dormidos, poco a poco veréis cumplirse. Os queda la solidaridad de la gente y la del Estado. Os quedan las palabras para verbalizar vuestro dolor, para levantaros y apoyaros moralmente gracias a ellas en estos duros momentos.

Os quedan vuestros paisanos, todos los que nos adentramos desde la distancia en el día a día en vuestras vidas, de vuestro dolor, pero también de vuestra fuerza y de vuestra esperanza. Os queda, os espera, un nuevo futuro de momentos dichosos.

Nos queda el vivo ejemplo de Omayra Sánchez, aquella niña de trece años que el 16 de noviembre de 1985 quedó atrapada entre las ruinas de su casa como consecuencia de la erupción del volcán colombiano Nevado del Ruíz, el cual se cobró 20.000 víctimas mortales. La pequeña que pasó tres días inmovilizada con el agua al cuello, entre el lodo formado por el agua del deshielo y los restos de lava y ceniza que expulsó el volcán y que descendieron por la ladera, desde el pico de la cumbre a una velocidad de 60 kilómetros la hora, sin dar apenas capacidad de reacción a sus moradores.

La niña que soportó estoicamente la presencia de los equipos de rescate y las preguntas de los periodistas, las sesenta horas que duró su agonía y que lejos de esgrimir una sola lágrima, se preocupó por los demás a pesar de su dramática situación. La fuerza interior y la entereza que demostró Omayra conmovieron minuto a minuto al mundo entero.

Producía estupor la forma que tenía de dirigirse  a los periodistas y a los técnicos de salvamento: “¡Váyanse a descansar un rato y luego me sacan!”. La pequeña lejos de desesperarse ante su impotencia (“toco con los pies en el fondo la cabeza de mi tía”)  o de pedir ayuda para ella, prefirió solicitarla para su madre: “yo quiero que ayuden a mi mamá, porque ella se va a quedar solita”, una forma de manifestar públicamente su inexorable y fatídico final. Como mucho manifestó sus temores: “tengo miedo de que el agua suba y me ahogue, no sé nadar”.

Emanaba tanta fuerza interior de la pequeña Omayra que antes de perder la conciencia, al tercer día se arrancó a cantar una canción a Germán Santa María Barragán, un periodista voluntario que cubría la noticia. Ocasión que aprovechó para pedir algo de comida dulce y beber algo de soda, antes de realizar la entrevista, momento que aprovechó para dirigirse a su madre: “Mamá si me escuchas, reza por mí para que todo salga bien”.

Los equipos de salvamento optaron por dos soluciones: la amputación de ambas piernas y/o la succión del fango entre el cual se hallaba inmovilizada. No hubo suerte ya que ni se contaba con el material quirúrgico ni la maquinaria de extracción daba abasto para succionar el fango, que no paraba de crecer debido a la erupción.

Al tercer día, el cuerpo y la mente de Omayra empezaron a dar los primeros síntomas de alarma: su cara comenzó a hincharse, sus ojos se enrojecieron y los dedos de sus manos se volvieron blancos. Ya de noche su mente comenzó a padecer alucinaciones: “Estoy preocupada: hoy era el examen de matemáticas”.

Antes de expirar pidió a los que la acompañaban que la dejaran descansar. Ante la imposibilidad de practicarle la autopsia no se pudo llegar a dilucidar la causa exacta de su muerte, aunque en su momento se apuntó una posible hipotermia o gangrena. Omayra, la niña pequeña, que con su enorme ejemplo logró tenernos durante 60 horas pendientes de su estado sabía que después de perder a los suyos iba a perder también su vida.

Hoy, viendo las imágenes de la Palma y de vuestros rostros castigados por las fuerzas de la naturaleza, me ha parecido oportuno llevaros la fuerza, la madurez y el optimismo del espíritu de Omayra. La pequeña que sabía que en horas iba a perderlo todo, pero que antes de irse logró vencer el desánimo y ganarse la admiración de todo el mundo. Ánimo y ¡mucha fuerza!

José Luis Meléndez. Madrid, 3 de octubre del 2021. Fuente de la imagen: Facebook.com