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1 de diciembre de 2020

Alas al viento

Despliego mis alas verdes al viento y me sumo al vuelo que en su día lograron alzar aquellas aves heridas, que hoy surcan nuestros cielos

Si hay una institución que merece toda mi admiración, respeto y cariño, es la Unidad de Medio Ambiente de la Policía Municipal de Madrid – UMA -. Una agrupación de hombres y mujeres que profesan un respeto hacia el medio ambiente, muy superior al que profesa su jefe y actual alcalde de la ciudad de Madrid. Y digo “su”, porque al igual que un servidor, muchos vecinos de la Villa y Corte, no nos sentimos representados por las talas injustas, abusivas y arboricidas, que atentan contra el bienestar y la salud de los madrileños, y de las especies que se cobijaban en dichos árboles. Una admiración y cariño que nació siendo joven y que aún se mantiene más fuerte y viva, gracias a las colaboraciones puntuales que venimos llevando a cabo desde entonces, de una forma desinteresada por ambas partes. Porque los hombres y mujeres de esta Unidad realizan una labor con una vocación superior a la de cualquier interés económico.


Aún se me sigue desbocando el corazón de emoción, cada vez que un miembro de esta insigne Unidad acude a la llamada de este ciudadano reclamando el auxilio de un desvalido e inocente animal. Circunstancia que aprovecho cada ocasión para agradecerles cómo puedo, en mi nombre y en el del animal herido, su inmensa labor. Palabras que en su día tuve la oportunidad de plasmar en Versos arrimados, mi primer poemario, gracias a la sensibilidad de nuestra musa. Me refiero a ella como “nuestra”, porque aparece presente en el poema La verdadera hermandad, para agradecer a los agentes del Cuerpo, su labor y ofrecerles su protección, en una de las estrofas del citado poema: “Hay tras vosotros otra sociedad /, más desprotegida y necesitada /, hay en vuestros coches patrullas un hada /, que os protege y os colma de bondad /”.


Han pasado ya dos años desde que aquel 14 de septiembre del 2018, la Unidad, accedió a mis requerimientos, y me permitió recitar dicho poema íntegro en sus dependencias centrales. Un emotivo encuentro en el cual estuvo presente su Jefe Inspector, acompañado de una veintena de hombres y mujeres del Cuerpo. Poema que entregué enmarcado a la Unidad como sello de mi inquebrantable cariño, y como muestra de agradecimiento a todos sus miembros por su labor y ayuda.

Hoy he tenido el enorme privilegio y la indescriptible satisfacción de volver a tratar con dos de sus agentes, uno de los cuales estuvo presente en aquel encuentro íntimo que mantuvimos. En esta ocasión el aviso se produjo, como en la mayoría de los casos, gracias a uno de los paseos diarios que realizo con mi mascota, principal protagonista de la mayoría de los rescates efectuados hasta la fecha. Comprenderán por tanto que además de amiga, compañera y amante espiritual, durante dieciocho años, se haya terminado convirtiendo en una musa que ha inspirado hasta la fecha, ocho poemas, cuatro en cada uno de los dos poemarios.

Como decía, en uno de esos paseos diarios, pude observar como “Pinta” - paloma apodada así por la belleza de sus manchas blancas, a ambos lados de su cara, y en el extremo de sus alas -, me permitió rebasar la distancia de seguridad establecida por su especie. Momento en el cual pude observar cómo a pesar de sus repetidos intentos al acercarme, el animal no podía volar. Una vez llegaron los agentes fueron informados – en la imagen aparece sujeta “Pinta”, por la mano de uno de los agentes -, estos procedieron a su traslado al CRAS (Centro de Recuperación de Aves Silvestres), situado en el Soto de Viñuelas, localidad próxima a Tres Cantos.

Como habrán podido observar he omitido en todo momento el calificativo de “policías”. Esta forma deliberada de referirme a ellos es debida a que considero que los hombres y mujeres de la UMA, son algo más que lo que comúnmente de conoce con dicho término. Porque entre sus funciones se encuentran la protección de la fauna, el comercio de especies, o la persecución de delitos medioambientales tipificados en las ordenanzas municipales.

Un agente de esta Unidad, es también un sanitario. Un hombre o una mujer que vela por la salud de los animales y de todos los ciudadanos. El coche patrulla que acude al auxilio de una criatura herida, se transforma en una ambulancia cada vez que dicho animal entra por alguna de las puertas de dicho vehículo, para ser transportado al “hospital” o centro sanitario correspondiente.

Han pasado cuarenta y cinco años desde aquel 14 de julio del año 1976 en el cual se presentó la primera patrulla verde de la Unidad, compuesta por un sargento, dos cabos, y veintidós motoristas. Patrulla entonces motorizada, llamada sí por el uniforme verde (casco, guantes, cinturón y brazalete) que portaban aquellos primeros efectivos, precursores de la actual UMA. Una labor que se vio interrumpida durante unos años, hasta que en el año 1.992, la Unidad es reimplantada, esta vez con una sólida estructura organizativa, que ha perdurado hasta nuestros días.

Es una pena que los anteriores equipos municipales no hayan considerado la posibilidad de recuperar aquel uniforme verde, color más representativo y acorde con el medio ambiente, y muy utilizado también en el gremio sanitario. Entretanto hoy, en honor a esta Unidad, despliego mis plumas y alas verdes al viento, y me sumo al vuelo que en su día lograron alzar aquellas aves heridas, que hoy surcan nuestros cielos. Gracias a las mujeres y a los hombres de la UMA.

José Luis Meléndez. Madrid, 23 de noviembre del 2020

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