Lo inesperado le ofrece al hombre la capacidad de sorprenderse a sí mismo y a los demás
Hay algo que lleva implícita la monotonía, y es esa sensación de confort y de seguridad que proporciona. La rutina facilita al ser humano a través de la vida diaria, su integración social. Según sea su intensidad y su campo de acción será más o menos acentuada su influencia sobre el individuo.
Con la irrupción y el avance de la tecnología en la sociedad del siglo XXI, la monotonía ha convertido al ciudadano, en un ser más rutinario y sedentario. Uno de los efectos que la monotonía provoca en el individuo es el cansancio y el aburrimiento. El ser humano de hoy en día vive en una sociedad de comportamientos tan estereotipados que cualquier imprevisto o situación inesperada, como puede ser el caso de una copiosa nevada, puede provocarle importantes perjuicios a la hora de desplazarse, haciendo que pase desapercibida una escena tan hermosa y única.
La monotonía como consecuencia de su uniformidad y falta de variedad ha adquirido con el transcurso del tiempo un significado peyorativo. Asunto que no es de extrañar si se tiene en cuenta que sus efectos se extienden más allá del círculo personal. La monotonía que puede ser beneficiosa a efectos de productividad, a la hora de desempeñar las funciones propias de cada puesto en el trabajo, se convierte sin embargo, en la enemiga íntima de las relaciones sociales.
Los círculos de amigos, pero sobre todo el mundo de la pareja, lo sufre con una especial virulencia, provocando en la mayoría de las ocasiones, rupturas traumáticas entre sus miembros. Mientras que la monotonía es capaz de separarnos, lo inesperado es capaz de unirnos. Una muestra evidente de ello son las performances sociales o las catástrofes naturales. En ellas las personas se unen de una forma natural por motivos solidarios y de pertenencia al grupo.
Es más fácil reaccionar a lo conocido que a lo inesperado. La monotonía, ante su falta de estímulos, disminuye nuestra capacidad de reacción. No es de extrañar por tanto que existan multitud de profesionales dispuestos a ayudarnos en determinados momentos de nuestras vidas; a reaccionar y a adaptarnos a lo inesperado. Las compañías de seguros, los psicólogos, los servicios de emergencias, minimizan con su labor nuestras reacciones. A estas situaciones inesperadas que en muchas ocasiones pueden llevar a quien las padece al borde de la desesperación.
Lo inesperado forma parte de la vida. Pero no todas las situaciones sorpresivas son negativas. Nadie esperaba venir a la vida, o conocer un día a la persona con la cual compartiría el resto de sus días. El hombre es un animal de costumbres. La naturaleza también tiene sus ciclos repetitivos y monótonos como son las noches y los días. El peligro está cuando el hombre se aleja, pierde el contacto y el contacto con su esencia. Entonces se convierte en una autómata social, y pierde la capacidad de sorprenderse a sí mismo.
La mejor forma de adaptarse a lo inesperado es empezar a salir de la inercia de ese circuito monótono y comprobar de esta forma que uno es capaz de tomar la iniciativa. Solo así el hombre podrá darse cuenta que lo inesperado es una oportunidad que la vida le ofrece al hombre, con el propósito de que éste no pierda la capacidad de sorprenderse a sí mismo y a los demás.
José Luis Meléndez. Madrid, 24 de enero del 2019. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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