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29 de enero de 2020

Morir en paz


Lo único que desea todo ciudadano, llegado el momento del descanso eterno, es al menos, que sea en paz

Lo hemos conseguido. Al fin nos hemos dado cuenta que no estamos solos, que hay otros mundos que están en este. Ya no hace falta dirigir la mirada a las alturas, ver Cuarto Milenio, ni hacer más ouijas, ni psicofonías, para salir de dudas: las bacterias habitan entre nosotros.

La información diaria que nos llega, nos ofrece detalles sobre el número de víctimas afectadas por el coronavirus 2019-nCoV, el de países afectados, o imágenes de personal desbordado trabajando a destajo, entre los cuales se encuentran operarios intentando levantar un hospital de campaña en tiempo récord. Pero nadie, al parecer, ha visto hasta hoy salir del hospital de Wuhan a ningún paciente, después de su respectiva consulta y/o ingreso, lo cual resulta cuanto menos, un tanto sospechoso.

El hermetismo inicial que reinaba dentro del hospital de Wuhan, ha ido disipándose con el transcurso del tiempo, medida que ha ido implantándose por parte del gobierno chino, bajo las recomendaciones de transparencia informativa efectuadas por parte de la ONU. Todo lo contrario que en los países que no han sido afectados hasta la fecha por el citado virus.

En otros países como España, por el contrario, el trato informativo de la noticia por parte de algunos medios, se abre con titulares que ocupan la portada, o monográficos que intentan hacer acopio de audiencia. El mundo al revés. No sería por tanto descabellado pensar que existan en España más enfermos aprensivos e hipocondriacos preocupados por metro cuadrado, que en toda la ciudad de Wuhan.

De las bacterias bífidus con efecto beneficioso para el sistema digestivo, hemos pasado en apenas unas horas, a estar sobre informados y preocupados por la existencia de un virus que al poseer entidad masculina, al parecer, es muchísimo más dañino que la más mala de las bacterias.

Lo cierto es que el coronavirus 2019-nCoV ha causado hasta la fecha menos que las 3.893  muertes que durante la temporada 2018-19 el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) en España, incluyó como defunciones por todas las causas registradas en sus registros civiles informatizados, por parte del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España. Todo ello sin contar el virus insolidario y contagioso que el ser humano provoca al año como consecuencia de sus actividades diarias y medio ambientales con respecto al planeta, a la flora, la fauna, y a sus semejantes.

Existen por tanto virus malos, malvados, maliciosos y malísimos de la muerte, al igual que existen humanos que infectan con su actividad diaria su lugar de trabajo, su ambiente familiar y la salud pública del planeta. Y bacterias buenas, bondadosas, beneficiosas y buenísimas, que al igual que cada vez más personas contribuyen en su día a día al sostenimiento solidario y vital de la tierra y de la especie humana.

Hoy por ejemplo, se sabe que un billete, contiene hasta 3000 tipos de microbios, asunto al cual no se le suele dar tanta importancia. Basta recordar que el ser humano está formado por 38 billones de bacterias, la mayoría de las cuales poseen efectos positivos sobre los humanos y demás especies.

De lo anterior se puede inferir, si se tiene en cuenta dicha proporción, que existen más bacterias buenas que humanos peligrosos, lo cual supone un gran problema no solo para la humanidad, sino para el resto de especies vivientes y sintientes.

El caso es que nadie creía que un microscópico e imperceptible virus pudiera alterar a su antojo, además del funcionamiento químico y fisiológico de sus víctimas, la parrilla informativa y de contenidos de algunas redacciones, creando como consecuencia de dicho efecto, tantos titulares y monográficos sobre el tema.

Tal es su magnitud, que a fecha de hoy se desconoce cuál de los dos virus, si el coronavirus 2019-nCoV al cual está sometida la población de Wuhan, o el coronillavirus 2020-BuF informativo y psicológico, al cual están sometidos injustamente los ciudadanos de los países que no cuentan hasta la fecha con ningún afectado. Nombre que hace alusión a la zona craneal, que más sufre el efecto de dicho hartazgo.

Lo que sí se puede afirmar sin ningún género de dudas, es que a excepción de ese virus, que como ser viviente también tiene el derecho de luchar por su supervivencia, nadie desea, que ninguno de los dos tipos de virus, continúe su preocupante expansión.

Es muy posible, y no sería de extrañar, a tenor de las insistentes informaciones agoreras que nos asolan, que los científicos chinos lleguen a controlar antes el Coronavirus 2019-nCoV, que las redacciones de algunos medios pertenecientes a los países no afectados, su coronillavirus 2020-BuF.

Lo único que desea todo ciudadano llegado el momento del descanso eterno, es al menos, que sea en paz. Pero hay algunos que al parecer no están por la labor.

José Luis Meléndez. Madrid, 28 de enero del 2019.
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

20 de enero de 2020

Puertas al amor

Ningún ministro eclesiástico debería ponerle puertas al amor

Existen tres momentos especiales en la vida de toda mujer: el día que conoce a su pareja, el día que se casa, y el día en el cual es madre. La mujer que piense casarse por la iglesia en la ciudad de Venecia, ha de saber, que éstos dos últimos pasos, puede verlos, a partir de ahora, inmaterializados, ya que Cristiano Bobbo, párroco de Oriago e Ca’sabbioni, harto de “las deformaciones de la moda que hoy parece imponer modelos que aman recrearse en experiencias posiblemente desviadas y desbordantes”, se le ha ocurrido penalizar con la tasa de un euro, a cada novia que muestre un centímetro de escote por debajo de la línea que marca la clavícula.

La propuesta ha sido expuesta en el informativo “La voz de la Riviera”, espacio semanal que el sacerdote tiene para dirigirse a sus feligreses, y a su vez suscrita por el obispo de Asís, Domenico Sorrentino, que además se ha negado a celebrar bodas de novios procedentes de otras parroquias, con objeto de acabar con el “turismo de las bodas”.

Hasta ahora se tenía la idea de que el vestido de novia, además de un secreto personal, guardado escrupulosamente por la novia, era una decisión íntima y personal que le correspondía a la protagonista, y en la que no intervenía siquiera la opinión del futuro marido. Las competencias de un sacerdote sin embargo, a la vista de lo expuesto, parecen no tener límite, y pueden trascender el ámbito de lo personal, de lo íntimo, y de lo privado.

El padre Escotado pretende con esta provocadora medida recaudatoria, penalizar según él, los vestidos vulgares y demasiado atrevidos. El reconquistador de la compostura, pretende fomentar de esta forma el respeto hacia el otro, vulnerando la libertad de elección de la contrayente, y  otorgándose a sí mismo, el derecho de reprobación. Hace falta una imaginación perversa para considerar espectáculo, lo que simple y llanamente es una ceremonia religiosa. Ni que los aspectos estéticos en lugar de los personales y espirituales, adquieran para el oficiante Cristiano, semejante importancia.

En el mundo se celebran al año muchas ceremonias nupciales, por tierra, mar y aire, en los lugares más insospechados. Los oficiantes, bien se trate de  religiosos o de hombres y mujeres pertenecientes a la sociedad civil, demuestran con sus actos ser hombres adaptados a su tiempo, y su generosidad, ya que contribuyen con su ejemplo a la felicidad de los contrayentes en un día tan especial.

Se hace difícil pensar que el padre Escotado se ofrezca a celebrar una boda tropical o bajo el agua, si sigue con la manía de fijarse si la zona inferior del torso de la novia sobrepasa la línea de la clavícula, en lugar de mirar la cara de enamorados y de felicidad que tienen los novios.  Los efectos que esta medida puede causar en la feligresía pueden ser de lo más variopintos, y pueden ir desde penalizar el estilo de la casulla elegida y regularizar dicho impuesto, absteniéndose de depositar su dádiva en el cepillo, a proceder de igual forma, si la largura de los hábitos no dejan ver los zapatos del oficiante. Por poner dos ejemplos.

El padre Escotado, a pesar de todo, despierta cierta compasión, porque en su ceremonia nupcial contraída con el Señor, no pudo elegir su traje de bodas. Pero eso no es óbice para compartir la propuesta de Don Cristiano, ni la de Don Domenico. Demasiadas penalizadas están ya las novias venecianas, las cuales debido a la construcción de la ciudad, no pueden acceder a la iglesia en coche o en caballo, y han de hacerlo en su defecto, en góndola.

Ningún ministro eclesiástico debería ponerle puertas al amor, y a la vida en común en pareja. La actitud del padre Bobbo y del obispo Sorrentino, a todas luces, no ha de ser del agrado del Señor, y mucho menos de la Virgen, como símbolo y figura de la feminidad. Porque entre otras cosas, anima a muchas parejas a casarse por lo civil, a cambiar de religión, o a seguir viviendo en pecado.

José Luis Meléndez. Madrid, 6 de octubre del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

9 de enero de 2020

El elixir

El tiempo como elixir embotellado, merece la pena saborearlo con todos los sentidos

Existen ciertas diferencias a la hora de escribir. No es lo mismo escribir a los veinte años, que hacerlo a una edad avanzada, en la cual los conceptos de tiempo y de energía recobran su verdadero significado. Momentos en los cuales apremiado por el tiempo, uno intenta dejar escrita su impronta, lo cual le obliga a uno ser más selectivo en los temas, a la hora de coger la pluma.

La infancia con su inconsciencia, la adolescencia con sus prisas y su curiosidad exploratoria, y la madurez con sus responsabilidades cotidianas ocupan por completo nuestros días. Entretanto el amor se encarga de mostrarnos la relatividad del tiempo: lo despacio que transcurre,  lo doloroso y obsesivo que se vuelve cuando el ser amado se encuentra lejos, y lo veloz que pasa cuando los dos se unen, comparten y entregan sus energías físicas y emocionales.

La vida unas veces nos deja escribir nuestro guión y otras veces se impone a través de circunstancias ajenas a primera vista a nuestros ojos. Nos invita a escribir nuestro destino, pero si este no es lo suficientemente motivador y consistente para nosotros, siempre nos ofrecerá la posibilidad de corregir y  mejorar la entrega de su capítulo provisional. A la vida como fuente creadora e inspiradora que es, le ocurre lo mismo que a muchos creadores: unas veces otorga más importancia a la obra que al autor, y viceversa.

Una muestra evidente del transcurso del tiempo son las fotografías. Las imágenes reflejan la evolución del individuo y de la sociedad a la cual pertenece. Antes predominaban las imágenes de familia. Eran fotos y momentos que servían para reunirse y fortalecer los lazos sociales. Las instantáneas se iban pasando de uno  a otro, propiciando así el acercamiento y  la comunicación personal e íntima.

En la sociedad actual los selfies y los Instagram evidencian la individualidad y la superficialidad de una sociedad distanciada y cada vez fría, que no necesita reunirse, abrazarse y compartir esos momentos de compañía, mientras respira el aroma de un café.

Hoy me he topado de manera imprevista con medio centenar de fotografías de familiares que no recuerdo haber visto nunca. Fotos de personas cercanas, amadas y queridas que en su día se fueron. El muestrario de imágenes reconozco que me ha sumido en un estado reflexivo y existencial más que nostálgico. Tanto es así, que después de leer los titulares de los periódicos semanales, no he encontrado mejor ni mayor motivo que escribir estas líneas, lo cual viene a corroborar aquel dicho, de asegura que una imagen vale más que mil palabras.

El encuentro virtual mantenido conmigo y con las demás personas, me ha animado a contemplar mi álbum de fotos en los cumpleaños venideros. Porque considero que es una forma de tomar conciencia del valioso tiempo que aún me queda por vivir. El tiempo como elixir embotellado, merece la pena saborearlo con todos los sentidos.

José Luis Meléndez. Madrid, 23 de junio del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org