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10 de noviembre de 2017

Españolización

Reforma constitucional y del Estatuto: ¿nueva amenaza al catalanismo?

La objetividad es un ejercicio muy sano de sinceridad con respecto a uno mismo, y a los demás. En la política se hace difícil esta práctica, debido a que intervienen una serie de factores ideológicos, que bajo forma de citas prefabricadas, repetidas e interesadas, tienden a distorsionar la realidad, y a impedir una aproximación real a los hechos en sí mismos.

El tema catalán no ha escapado a este “contraprocés”. Por un lado se ha intentado minimizar el problema, y presentarlo como un “conflicto entre catalanes”, más que como un problema de la autonomía catalana con el Gobierno español. Como si el asunto no afectara a españoles y europeos que residen en ambos territorios.

También se ha llegado a afirmar, por parte de algunos líderes, que el Independentismo y en Nacionalismo separan a las personas, dando a entender de esta forma, que las demás fuerzas, y la política en general, no tienen los mismos efectos, entre familiares, amigos, compañeros de trabajo, e incluso dentro de los propios Partidos.

La situación ha llegado a ser tan dantesca por momentos, que algunos políticos, arrebatando la palabra a los congregados, y enarbolando banderas [intentando “coser”, eso sí (todas las banderas dividen)], han acudido a algunas concentraciones a manifestarse contra sí mismos, para reclamar a la sociedad, la unidad que sus propios partidos, no han conseguido por medio del diálogo.

El monotema catalán, ha terminado por polarizar (catalanizar y españolizar) más a la sociedad española. El efecto “patria”, ha decorado los balcones, y en momentos como el 12 de octubre, ha llegado a exacerbar y monopolizar los sentimientos: los catalanes han de sentirse más españoles, y los españoles menos catalanes, vascos o gallegos.

El pueblo catalán ha demostrado ser un pueblo exigente, culto y con una gran sensibilidad democrática. Y los políticos catalanes han correspondido sus demandas, pagando un alto precio político y personal, como consecuencia de su compromiso con los electores. El Gobierno español, ha permanecido sordomudo, y se ha enrocado en “modo español”, olvidando el catalán electoral de antaño, que hubiera ayudado a pensar, a sentir, y a empatizar en aras de un mayor entendimiento entre ambas partes.

No resulta descabellado pensar que antes de activar el artículo 155, el tripartito constitucionalista (PP-PSC, Y C´s), tejiera un pacto de Estado, ante un previsible post escenario soberanista, antes de convocar las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Un pacto constitucionalista que permitirá acometer la reforma Constitucional, y del Estatuto de autonomía (rechazado con anterioridad por el Constitucional, en forma de “artículo 154”), y una amenaza, que de no contar con la anuencia de los catalanes, podría interpretarse por el catalanismo (nacionalista e independentista), como una nueva españolización de las instituciones.

El señor Puigdemont, ha sido señalado estos días como el único responsable actual de esta situación. Una técnica que ha intentado desviar la atención del verdadero epicentro del problema, y de sus efectos colaterales. Hoy muchos catalanes sienten la rabia y la tristeza que provoca la impotencia, cuando ven que algo que se ha hecho tan mal, se esté defendiendo tan bien.

Dentro de escasos días, Cataluña entrará de lleno en campaña electoral. Y todo parece indicar, por el devenir de los acontecimientos, que aunque la sabia realidad continúe señalando el cielo de Cataluña, los tontos seguirán mirando el dedo culpable de Puigdemont.

José Luis Meléndez. Madrid, 9 de noviembre del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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