El nacionalismo, la extrema derecha, el populismo, y el independentismo resurgen con fuerza en Europa como consecuencia de las políticas conservadoras
Las reticencias iniciales del gobierno de Rajoy, a la hora de aplicar el artículo 155, han caído en saco roto ante la insistencia de Albert Rivera, único partidario de una intervención “light”, como reconoció públicamente Pedro Sánchez. Ni la convocatoria de elecciones solicitada por el gobierno a Puigdemont, hubiera sido capaz de parar la ejecución de dicho artículo. El Psoe en última instancia, ha sido más partidario de una intervención “breve y limitada”.
La resultante de todas las presiones (gobierno, oposición, Europa, CUP, ERC, JxSí, e incluso del PDeCAT), ha empujado al President de la Generalitat a someter a votación la declaración unilateral de independencia (DUI), en forma de república. El sector soberanista ha conseguido su propósito gracias a una estrategia bien calculada. La situación ha llegado a tal punto, que el gobierno español, se ha visto en la necesidad de activar y televisar por vez primera el artículo 155 de la Constitución, por la vía de urgencia, para sonrojo de los ciudadanos.
Las primeras medidas adoptadas por el gobierno, se han centrado en la destitución de toda la cúpula de la Generalitat. Como golpe de efecto, el Presidente de Gobierno ha anunciado la convocatoria de elecciones autonómicas en dicha autonomía, con objeto de volver a la normalidad, y a la legalidad vigente cuanto antes. Hoy los indignados, a diferencia de años atrás, portan banderas españolas. El nacionalismo, la extrema derecha, el populismo, y el independentismo, son movimientos que resurgen con fuerza en Europa como consecuencia de las políticas conservadoras, y de la falta de empatía de los líderes europeos.
El señor Jean Claude Juncker, ha manifestado públicamente a través de unas declaraciones recientes, que "no le gusta la idea de una Europa con noventa y ocho Estados independientes". A juzgar por el nacimiento del 15M, y el resurgimiento de otros movimientos, los ciudadanos europeos no deben estar ni sentirse muy contentos desde hace tiempo en el seno de La Unión. Ni tampoco debió ser de su agrado, tener que llevar a cabo, los sacrificios que años atrás venían de Europa, y que aún hoy siguen haciendo. Así que es muy posible que si el señor Juncker no cambia de política, dentro de unos años ya se haya acostumbrado a la aparición de estos movimientos, y no haga este tipo de declaraciones sobre sus gustos personales.
El bipartidismo en España ha sido el caldo de cultivo de algunos nacionalismos, como el vasco y el catalán. Cito textualmente las palabras del artículo “El retroceso del poder central” (Diario El País, 21 de octubre, páginas 22 y 23), firmado por Juan José Mateo: “Tanto Felipe González como José María Aznar, y José Luis Rodríguez Zapatero, llegaron a pactos de investidura con partidos nacionalistas. A cambio estos obtuvieron la gestión de nuevas competencias en estas comunidades” (sic). Como consecuencia de ello hoy “solo el 9% de los empleados públicos en Cataluña, pertenecen a la Administración central”.
Ante esta situación, el Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad “Pompeu Fabra”, advierte al Estado: “van a tener un problema para traducir las decisiones en hechos”, ante la falta de músculo estatal en dicha Comunidad. Como muestra de la falta de estructuras del Estado en Cataluña, el articulista ilustra con un ejemplo los 6000 policías nacionales y guardias civiles desplazados a la zona, que se alojan en tres cruceros atracados en los puertos de Barcelona y Tarragona, en condiciones precarias.
Mucho más explícito es Josep Piqué, Exministro y expresidente del Partido Popular Catalán, en una entrevista en la página siguiente del mismo periódico: "Los gobiernos de España, no han hecho política en Cataluña”, o lo que es lo mismo: los distintos gobiernos, no han sabido vender La Marca España en su propio país, mientras algunos expresidentes se dedicaban a hablar catalán en la intimidad.
Nadie imaginaba que después de la legislatura anterior de los consabidos y estremecedores decretazos semanales, llevados a cabo por el PP, se viera este en la tesitura de ejecutar el artículo 155 de la Carta Magna. El Presidente Rajoy, se ha acostumbrado a conducir la política española (no tanto la de su partido), con el piloto automático de la justicia. Como si los síntomas emocionales del nacionalismo y del independentismo pudieran tratarse judicialmente. Es posible que el gobierno gane la batalla legal al secesionismo, pero la contienda estratégica, la ha ganado el independentismo catalán, al cumplir su objetivo.
Dentro de un mes y medio, el tripartito (si no sufre fisuras), se presentará al Pueblo catalán, y le pedirá su confianza, en un momento en que la volatilidad de las emociones y los recuerdos recientes, pueden arrojar una posible victoria soberanista. Entonces el responsable de ese escenario ya no será el señor Puigdemont. Sería un error imperdonable que como consecuencia de la aplicación de dicho artículo, se crease en Cataluña la inestabilidad social y política que esta región evitó de una forma responsable, por medio de su apoyo institucional al Estado español, durante varias legislaturas.
Entretanto, mientras no desaparezcan las banderas españolas de los balcones, la sociedad española seguirá intervenida emocionalmente y preocupada por las consecuencias del 155. Y con dicho artículo, El Estado se habrá aplicado su propia medicina. Sin caer seguramente en la cuenta, que de aquellos polvos, nos vienen hoy estos lodos.
José Luis Meléndez. Madrid, 29 de octubre del 2017
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