La mejor herramienta, para sacarse una espinita del corazón, es la cabeza (pero la cabeza de uno, no la de otros...)
“Cariño, te comes mucho la cabeza”, me dijo una ex, en una ocasión. Como si fuera un defecto, el exceso y el ejercicio de dicha acción. Si no me alimentase y autofagiase el coco como un ouroboro, algunos ya me hubiesen rebañado el alma, nada más nacer. Mi amor, yo sé cuidar, y dejar un poco de mí mismo para el futuro. Así que, mañana, si te parece, podemos seguir intercambiándonos los sabores de nuestras respectivas masas encefálicas, le contesté. Nunca me echó en cara, sin embargo, mis excesos emocionales, ¡curioso!
Las frases hechas, a diferencia del resto de fármacos, deberían de estar prescritas, por el mismo facultativo, es decir, por el doctor cabeza. Porque estarán de acuerdo conmigo, que no es lo mismo una frase pensada por una ilustre e insigne cabeza, que algunos refranes, dichos y proverbios elaborados, escritos, transmitidos, e incluso tergiversados sin razonar, por el vulgo más inculto. Las ideas, como reza un aforismo, son como las pulgas: saltan de una cabeza a otra, pero no le pican a todo el mundo.
Nuestros antepasados, por su parte, nos educaron (y acojonaron), con un inmenso amor y respeto por los personajitos de la naturaleza: “Cría cuervos, y te sacarán los ojos”, o “más vale pájaro en mano, que ciento volando”, entre otros. Otros eran más exculpatorios: "Quién bien te quiere, te hará sufrir". Luego nos dimos cuenta que para querer a una persona no hacía falta hacerla sufrir, sino todo lo contrario. Que amar significa sufrir, pero que ese dolor no tenía que venir propiciado por el dolor intencionado de la otra persona. Y también averiguamos quién era el que sacaba al otro, no solo los ojos, sino las vísceras, y después se las comía.
Algunos empezaron a reconocer, que algunos animales como la paloma urbana, no era ni mucho menos, la criatura que mayor número de infecciones producía de manera involuntaria e inconsciente. Que era, es, y me temo que seguirá siendo, el Pajarracus racionalis de dos piernas, ocultado hasta nuestros días, bajo el nombre científico de Homus plaguicidus. Un animalito fuera de serie, capaz de acabar con su propia especie sin motivo alguno, y de forma simultánea, acabar con los recursos de su planeta. Y eso que cuenta con información y facultades superiores y extraordinarias, como la imaginación, la voluntad, o la inteligencia.
Pero de nada sirven estas, por mucho que uno se auto considere una especie racional, si antes no toma conciencia de sí mismo, y de su entorno. ¡Qué asquito debe dar vivir con un ejemplar de estas características!, pensará algún animalito un poco más civilizado y racional que el Homus plaguicidus. Albert Einstein, en su día ya advirtió, que el Homo sapiens, utilizaba tan solo un diez por ciento de su capacidad intelectual. Y Antonio Machado fue mucho más explícito en una de sus sentencias: “De diez cabezas, nueve embisten, y una piensa”.
¡Qué ironía más triste! O sea que masticamos la comida material, pero no sabemos procesar lo suficiente la energía emocional e intelectual que nos llega y que albergamos en nuestro interior. Eso sí, presumimos de saber comer, conocer el protocolo de la mesa, y sentar bien a los invitados. Pero como vemos, no sabemos sentarnos con nosotros mismos. El refranero popular, no solo tiene refranes contradictorios, sino que muchos de ellos, no tienen sentido. Claro que también hay refranes muy divertidos, que han calado en nuestra sociedad, y que a modo de pasatiempos, cuando uno los procesa mentalmente, es capaz de esbozar una triste sonrisa, cuando comprueba que aún en nuestros días siguen circulando de boca en oído, sentencias irracionales, entre animales que se hacen llamar racionales.
Veamos algunos de estos ejemplos contradictorios: “Las apariencias engañan” “La primera impresión, es lo que cuenta”, “No hay mal que por bien no venga”, “Las desgracias nunca vienen solas”, “Al que madruga, Dios le ayuda”, “No por madrugar amanece más temprano”, “En boca cerrada no entran moscas”, “Quién calla otorga”, “El que persevera avanza”, “Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, “Quién no se fía, no es de fiar”, “Piensa mal y acertarás”, “Ten cerca a los amigos, pero más a los enemigos”, “A enemigo que huye, puente de plata”.
Claro que también, hay refranes muy divertidos que han calado en la sociedad, y que te miden por lo que tienes (materialmente), y no por lo que eres (interiormente), ¿recuerdan?: “Dime lo que tienes, y te diré cuánto vales”. Y los hay, que aconsejan no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Da lo mismo como te encuentres, que las condiciones te sean desfavorables, y que mañana puedas hacerlo en mejor estado de ánimo, y en mejores circunstancias. ¿Quién dijo que lo importante era la obra bien hecha?
Y otros que nos aconsejaban madrugar en nombre de Dios (“A quién madruga, Dios le ayuda”) No. No era el esfuerzo personal ni la acción de levantarse temprano, ni el tiempo que ganábamos con ello, una ayuda con la cual nos recompensábamos a nosotros mismos. Era Dios, el que te ayudaba si madrugabas (si te quedabas durmiendo, no te recompensaba con tu descanso).
Pero si hay un día en el que te acuerdas para el resto de tus días de los refranes, o de las frases hechas, es el día en cual te deja tu chico o tu chica, y decides contárselo a tu mejor amigo o amiga. Entonces se acercaba con su cara compungida, te abrazaba, y te decía: "¡Venga Hombre!: ¿no te vendrás abajo por esto, verdad? Ya sabes, una espinita saca otra espinita". Entonces te quedabas mirándole fijamente a los ojos, y eras tú el que además de lo tuyo, tenías que sacarle de dudas y evitar su bajón.
Querido/a amigo/a: Muchas gracias. De verdad que te lo agradezco. Verás, una espinita puede sacar otra espinita, pero no sola, sino con la ayuda de mis manos. Da la casualidad, que en la mayoría de los casos, lo que suele ocurrir al hacer lo que me dices, es que la espinita clavada, se introduce más adentro de lo que ya está (así que te agradecería que de una vez que te callases, y me dejases solo). ¿Te parece buena idea que me conceda un tiempo de reflexión, para averiguar dónde han estado mis fallos, y no volver de esta forma, a tropezar dos veces en la misma piedra? Muchas gracias, de verdad. Me alegro de que al fin, te hayas dado cuenta. ¿Lo ves? La mejor herramienta para sacarse una espinita del corazón, no es otra espinita, sino una pinza. Es decir, la cabeza. Pero la cabeza de uno, no la de otros...
José Luis Meléndez. Madrid, 11 de Octubre del 2015
“Cariño, te comes mucho la cabeza”, me dijo una ex, en una ocasión. Como si fuera un defecto, el exceso y el ejercicio de dicha acción. Si no me alimentase y autofagiase el coco como un ouroboro, algunos ya me hubiesen rebañado el alma, nada más nacer. Mi amor, yo sé cuidar, y dejar un poco de mí mismo para el futuro. Así que, mañana, si te parece, podemos seguir intercambiándonos los sabores de nuestras respectivas masas encefálicas, le contesté. Nunca me echó en cara, sin embargo, mis excesos emocionales, ¡curioso!
Las frases hechas, a diferencia del resto de fármacos, deberían de estar prescritas, por el mismo facultativo, es decir, por el doctor cabeza. Porque estarán de acuerdo conmigo, que no es lo mismo una frase pensada por una ilustre e insigne cabeza, que algunos refranes, dichos y proverbios elaborados, escritos, transmitidos, e incluso tergiversados sin razonar, por el vulgo más inculto. Las ideas, como reza un aforismo, son como las pulgas: saltan de una cabeza a otra, pero no le pican a todo el mundo.
Nuestros antepasados, por su parte, nos educaron (y acojonaron), con un inmenso amor y respeto por los personajitos de la naturaleza: “Cría cuervos, y te sacarán los ojos”, o “más vale pájaro en mano, que ciento volando”, entre otros. Otros eran más exculpatorios: "Quién bien te quiere, te hará sufrir". Luego nos dimos cuenta que para querer a una persona no hacía falta hacerla sufrir, sino todo lo contrario. Que amar significa sufrir, pero que ese dolor no tenía que venir propiciado por el dolor intencionado de la otra persona. Y también averiguamos quién era el que sacaba al otro, no solo los ojos, sino las vísceras, y después se las comía.
Algunos empezaron a reconocer, que algunos animales como la paloma urbana, no era ni mucho menos, la criatura que mayor número de infecciones producía de manera involuntaria e inconsciente. Que era, es, y me temo que seguirá siendo, el Pajarracus racionalis de dos piernas, ocultado hasta nuestros días, bajo el nombre científico de Homus plaguicidus. Un animalito fuera de serie, capaz de acabar con su propia especie sin motivo alguno, y de forma simultánea, acabar con los recursos de su planeta. Y eso que cuenta con información y facultades superiores y extraordinarias, como la imaginación, la voluntad, o la inteligencia.
Pero de nada sirven estas, por mucho que uno se auto considere una especie racional, si antes no toma conciencia de sí mismo, y de su entorno. ¡Qué asquito debe dar vivir con un ejemplar de estas características!, pensará algún animalito un poco más civilizado y racional que el Homus plaguicidus. Albert Einstein, en su día ya advirtió, que el Homo sapiens, utilizaba tan solo un diez por ciento de su capacidad intelectual. Y Antonio Machado fue mucho más explícito en una de sus sentencias: “De diez cabezas, nueve embisten, y una piensa”.
¡Qué ironía más triste! O sea que masticamos la comida material, pero no sabemos procesar lo suficiente la energía emocional e intelectual que nos llega y que albergamos en nuestro interior. Eso sí, presumimos de saber comer, conocer el protocolo de la mesa, y sentar bien a los invitados. Pero como vemos, no sabemos sentarnos con nosotros mismos. El refranero popular, no solo tiene refranes contradictorios, sino que muchos de ellos, no tienen sentido. Claro que también hay refranes muy divertidos, que han calado en nuestra sociedad, y que a modo de pasatiempos, cuando uno los procesa mentalmente, es capaz de esbozar una triste sonrisa, cuando comprueba que aún en nuestros días siguen circulando de boca en oído, sentencias irracionales, entre animales que se hacen llamar racionales.
Veamos algunos de estos ejemplos contradictorios: “Las apariencias engañan” “La primera impresión, es lo que cuenta”, “No hay mal que por bien no venga”, “Las desgracias nunca vienen solas”, “Al que madruga, Dios le ayuda”, “No por madrugar amanece más temprano”, “En boca cerrada no entran moscas”, “Quién calla otorga”, “El que persevera avanza”, “Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, “Quién no se fía, no es de fiar”, “Piensa mal y acertarás”, “Ten cerca a los amigos, pero más a los enemigos”, “A enemigo que huye, puente de plata”.
Claro que también, hay refranes muy divertidos que han calado en la sociedad, y que te miden por lo que tienes (materialmente), y no por lo que eres (interiormente), ¿recuerdan?: “Dime lo que tienes, y te diré cuánto vales”. Y los hay, que aconsejan no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Da lo mismo como te encuentres, que las condiciones te sean desfavorables, y que mañana puedas hacerlo en mejor estado de ánimo, y en mejores circunstancias. ¿Quién dijo que lo importante era la obra bien hecha?
Y otros que nos aconsejaban madrugar en nombre de Dios (“A quién madruga, Dios le ayuda”) No. No era el esfuerzo personal ni la acción de levantarse temprano, ni el tiempo que ganábamos con ello, una ayuda con la cual nos recompensábamos a nosotros mismos. Era Dios, el que te ayudaba si madrugabas (si te quedabas durmiendo, no te recompensaba con tu descanso).
Pero si hay un día en el que te acuerdas para el resto de tus días de los refranes, o de las frases hechas, es el día en cual te deja tu chico o tu chica, y decides contárselo a tu mejor amigo o amiga. Entonces se acercaba con su cara compungida, te abrazaba, y te decía: "¡Venga Hombre!: ¿no te vendrás abajo por esto, verdad? Ya sabes, una espinita saca otra espinita". Entonces te quedabas mirándole fijamente a los ojos, y eras tú el que además de lo tuyo, tenías que sacarle de dudas y evitar su bajón.
Querido/a amigo/a: Muchas gracias. De verdad que te lo agradezco. Verás, una espinita puede sacar otra espinita, pero no sola, sino con la ayuda de mis manos. Da la casualidad, que en la mayoría de los casos, lo que suele ocurrir al hacer lo que me dices, es que la espinita clavada, se introduce más adentro de lo que ya está (así que te agradecería que de una vez que te callases, y me dejases solo). ¿Te parece buena idea que me conceda un tiempo de reflexión, para averiguar dónde han estado mis fallos, y no volver de esta forma, a tropezar dos veces en la misma piedra? Muchas gracias, de verdad. Me alegro de que al fin, te hayas dado cuenta. ¿Lo ves? La mejor herramienta para sacarse una espinita del corazón, no es otra espinita, sino una pinza. Es decir, la cabeza. Pero la cabeza de uno, no la de otros...
José Luis Meléndez. Madrid, 11 de Octubre del 2015
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