La bibliotecaria después de formularle la pregunta y de exponerle mi situación personal asiente con la cabeza y una media sonrisa: puedo permanecer en la sala, a pesar de mi condición de refugiado. Dentro de escasas horas voy a nacer, pero seguro que más de uno ha decidido no esperar y felicitarme en el día de mi cumpleaños por adelantado.
Ni siquiera me han dado tiempo a que se abriesen mis ojos y a que mis delicados oídos escuchasen las mismas patochadas del año anterior: "¡feliz cumpleaños!". Como si el hecho de cumplir años fuera un acto en el cual uno se ha de sentir exclusivamente feliz, y, que para más inri hay que celebrar por imperativo social. Pero lo más grave es que han sido felicitaciones que se han realizado sin que un servidor llegara a la vida, sin que estuviera presente.
El hecho reviste más gravedad cuando uno repasa los sesenta cumpleaños pasados. Todas las felicitaciones que he recibido a lo largo de mi vida han sido realizadas antes de mi hora oficial de nacimiento al vientre de mi madre, más que al niño que lleva dentro. Con este gesto lo único que han conseguido es sumarle a mi madre sesenta años más de la cuenta, lo cual es un agravio mucho mayor hacia ella que hacia el supuesto protagonista de este día.
Los cumpleaños son fechas en las cuales uno recibe varios tipos de felicitaciones. Las hay sinceras, de compromiso, cotillas para ver qué haces y que es de tu vida. Las hay vengativas y crueles que a través una pregunta, te hacen recordar los años que tienes. Las hay de bienqueda en las cuales uno queda mejor con su conciencia que con el recién nacido, y, existen felicitaciones hipócritas, en las cuales el enemigo se disfraza de amigo.
Comprenderán ahora, que en un día como este, por culpa de algunos, me sienta poco menos que perseguido ante las llamadas inoportunas e indiscriminadas y que no entienda como encima se me acose y acuse de no cogerlas, cuando todavía no he nacido. Eso además de ignorancia es un ejercicio de mala fe.
Y teniendo en cuenta que mi hora oficial de nacimiento son las 22:00 horas, supongo que una gran mayoría de personas comprenderán porqué mi teléfono con su respectiva asistente personal, dotada de inteligencia artificial, permanece apagado en espera de que yo nazca. Por tanto las felicitaciones oficiales y reales deberían realizarse entre las 22:00 y las 00:00 horas, algo que nadie cumple en mi cumple (valga la redundancia).
Felicitar a través de una llamada o de un mensaje, con dos palabras prefabricadas para la ocasión la llegada al mundo de un supuesto ser querido, en lugar de hacerlo personalmente, no deja de ser un simple cumplido. Así que como dicen que es de bien nacidos ser agradecidos, procedo en este mismo momento como cumpleañero a devolver los cumplidos recibidos con el mismo ánimo con el que estos años me fueron en su día proferidos. ¡Feliz cumpledaños!, pues, por todos los daños recibidos.
¿Por qué la imposición forma parte de la supuesta felicidad que se le atribuye a este día?. ¿Por qué no se le pregunta a la gente antes de felicitarle el día, si lo celebra? ¿Por qué no nos felicitamos por otras cosas más importantes, de una forma espontánea, durante el resto del año? Si al menos fueran originales y sorpresivas las felicitaciones, pero es que ni eso...Todos los años las dos palabritas típicas (ocúpate de ser feliz tú en el tuyo, que a mí con mi normalidad me basta, ¡guapo!). O ¿Por qué no te ocupas de ser feliz tú en el tuyo y yo me ocupo de lo mismo cuando a mí, y no a todos, os parezca...?
Es absurdo desear felicidad. No porque muchos le deseen a uno felicidad va a serlo más. La felicidad se conquista, y, como todo, empieza por uno mismo. Una felicidad que se desea para un simple día, no es una felicitación sincera. Al recordar la fecha de nacimiento la primera conclusión que uno saca es que es no un año mayor, sino más viejo. Y me adelanto ante la pregunta de algún curioso/a: tampoco me consuelan las felicitaciones que vienen de personas más mayores.
¿Es acaso feliz el recién nacido ante su llegada al mundo? La primera manifestación de un recién nacido al mundo y a sus padres es un llanto. LLanto que bien podría traducirse como: "¿por qué me habéis traído a este mundo sin mi consentimiento?". No es de extrañar por tanto, que ante semejante pregunta los padres le devuelvan la respuesta al bebé con una sonrisa feliz e impotente, ante la felicidad exclusiva que supone para ellos. Me alegra comprobar, la coherencia que he mantenido en este día, a pesar de los años. Aún a mis 61 años sigo llorando este día como una festividad que los demás se han montado a costa de mi llegada al mundo. Y eso si que tiene motivos para cabrearse, más que para ser feliz. Lo más divertido
Lo más divertido de los cumpleaños, sin duda alguna, es escuchar al día siguiente, los mensajes, sus contenidos, los tonos de voz, imaginándose las respectivas caras carnavalescas, para ver como se retrata cada uno en una fiesta a la que nunca fueron invitados. Lo más triste es que no me ofrezcan el mejor regalo que pueden regalarme en este día, que es la empatía necesaria para celebrar el día como más me apetece, sin necesidad de comparecer necesariamente ante una tarta delante de una mesa, ni de dar ningún tipo de explicaciones que no salgan voluntariamente de mi.
Eso sí, los ganadores de dicho concurso, como pueden imaginarse, todos los años, reciben la cumplida respuesta y agradecimiento a las felicitaciones más sinceras. Y curiosamente siempre son los mismos...
José Luis Meléndez. Madrid, 28 de febrero del 2024. Fuente de la imagen: pixabay.com