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10 de agosto de 2022

Si, si, pero no

¿Quién es nadie para meterse en la vida íntima y emocional de alguien y monopolizar sus sentimientos?

Al paso que vamos, dentro de poco, escuchar temazos como el que acabo de escuchar en YouTube en riguroso directo ("Te despertaré", de Pastora Soler), será más propio de cursis, carcas y trasnochados. Yo sin embargo, seguiré siempre recordando la genial, impecable e inmejorable actuación de esta mujer.

Hay que tener valor para seguir interpretando estos temas con la que está cayendo, mientras otros desde arriba arremeten contra el amor individual que cada uno siente y expresa a su manera. Pero, ¿quién es nadie para meterse en la vida íntima y emocional de alguien y monopolizar sus sentimientos?

Al parecer se puede arengar desde algunas instancias contra el amor romántico, que forma parte del sentir de muchos individuos, de los piropos y demás. Pero cuando la Iglesia se opone al uso del preservativo, por poner un ejemplo, son los primeros en arremeter contra ella, acusándola de lo mismo que ellos practican: de su injerencia e intromisión en la vida no ya personal, sino íntima del individuo. Y esto es propio del sectarismo más totalitario que existe.

El amor romántico, según sus detractores es posesivo, pero sin embargo no es posesivo para los que arremeten contra él, apropiarse de la intimidad y de los sentimientos de toda una sociedad. Más si se tiene en cuenta que todo eso se lleva a cabo de una forma unilateral, sin contar con la opinión de sus defensores, lo cual constituye una violación de los derechos fundamentales.

Da la impresión, por lo que se ve, que la doctrina del consentimiento, más conocida como del "solo si, es si", que es muy loable, solo es aplicable al ámbito privado y sexual, pero no al público y emocional. O lo que es lo mismo de la relación de las instituciones públicas a la hora de abordar y tipificar conductas íntimas del individuo. Entonces la ley se convierte en la doctrina del "si, si, pero no" o del haz lo que te digo, pero no te fijes en lo que hago.

Vuelvo al tema de Pastora Vega, que es el motor inspirador de esta columna, y aprovecho la oportunidad para elogiar su vestuario, su lenguaje corporal, su voz, y su comunicación con el público. La fuerza y la pasión de Pastora, unidas a sus letras románticas, creo que son un cóctel explosivo y una garantía de éxito.

Más crítico soy en cuanto a la letra. En general a las letras románticas no hay que hacerlas mucho caso porque es el corazón o el amor el que habla. Y ya conocemos todos la palabra que tiene este señor con sus víctimas. Aunque por supuesto, hay excepciones que confirman la regla.

Eso sí, para venirse arriba de vez en cuando, e intentar volver a creer de nuevo en el amor de pareja, al menos durante los tres minutos que dura la canción, es desde luego algo sensacional.

José Luis Meléndez. Madrid, 10 de agosto del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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