Después de dos años de lucha y de guerra contra el virus, de confinamientos, de vacunas, de penas, de malas noticias, he decidido que es hora de reírme de todo y a ser posible con todos
Lo ven, hace apenas unos días muchos celebraban la llegada del año nuevo y este les ha correspondido igual o peor que el año anterior, es decir, con la posibilidad del estallido de una guerra mundial de impredecibles consecuencias.
Ya lo advertí por entonces y opté por primera vez en mi vida por no tomar las uvas ni entrar en el jueguecito ridículo y macabro de las campanadas. Lo siento por todos aquellos que hayan hecho caso omiso de mi advertencia: ¿son ahora más felices y están más tranquilos que entonces…? (Ding-dong, din-dong)
Aprovecho por tanto para darles el pésame a todos aquellos que creían y pensaban que todo lo peor lo habíamos dejado atrás con el 2021. A partir de ahora tengo más motivos para preferir ser un pesimista informado que un optimista engañado, frustrado, amargado y traicionado por sí mismo.
Ahora que creíamos que habíamos vencido el virus, que la variante Ómicron iba a ser la última mutación del SARS-COV-2, que la economía iba a dar muestras de una recuperación vigorosa, que no íbamos a necesitar tal vez una nueva dosis de recuerdo intramuscular, nos encontramos con la misma incertidumbre y otra añadida: hemos sobrevivido, es cierto y no hemos muerto, pero nos pueden vacunar y matar a cohetazo limpio, merced a las políticas nefastas de algún que otro líder mundial.
Consciente una vez más de la preocupante e inquietante situación, recuerden que el año pasado fue Filomena así como del inmejorable comienzo de año, he optado por la única solución posible en estos inquietantes momentos. Después de dos años de lucha y de guerra contra el virus, de confinamientos, de vacunas, de penas, de malas noticias, he decidido que es hora de reírme de todo y a ser posible con todos. De las noticias trágicas, de las promesas de nuestros políticos, de las amenazantes insinuaciones de nuestros jefes, de los titulares que intentan dividirnos y alejarnos de la verdadera vida, etcétera.
A partir de hoy he decidido en centrarme en lo realmente importante, en pulsar el botón de apagado que me resta energías, tiempo y dinero; en todo aquello que me tensiona, me preocupa e intenta separarme con sus consignas de los demás. Construiré mi propia burbuja, conectaré conmigo mismo y todas aquellas personas y seres que me aporten paz, felicidad y amor.
¿Acaso no he recibido durante estos dos años demasiados fríos, tristes e intensos baños de realidad? ¿Qué vacuna me puede proteger en estos momentos más que mi sentido del humor? ¿Para esto he sido vacunado? ¿Para ser ahora carne sana del cañón de las armas?
¿De qué me sirve haberme vacunado contra el virus ahora que sabemos que nuestros líderes mundiales siguen sin vacunarse contra ese otro tipo de virus que asola a la humanidad desde los anales de la Historia como es la guerra?
Puede estar todo el mundo tranquilo. Estoy dispuesto a seguir cumpliendo como buen ciudadano las normas establecidas y a no poner en riesgo como hasta ahora, la salud de los demás: a llevar mascarilla, a respetar la distancia social y a lavarme las manos. Pero no estoy en condiciones de garantizar a nadie que durante mi última e hipotética semana de vida me esfuerce por dejar de incrementar mis matchs en Tinder, mis propuestas indecentes, mis posados pactados, mis citas a ciegas, mis buenos ratos y mejores compañías.
By the way…¿Do you want to make love with me…?
José Luis Meléndez. Madrid, 23 de enero del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org