El espíritu navideño no es mutuo, es excluyente
Este año, a diferencia de otros, además de reflexionar sobre estas fechas desde un punto de vista psicosocial y económico, me he propuesto indagar sobre el origen de dichas celebraciones con el propósito de conocer la historia así como la influencia que aun sigue ejerciendo sobre la sociedad y el individuo la celebración de la Navidad.
Como es sabido, aunque la Iglesia conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, la fecha sigue siendo desconocida ya que los Evangelios no la mencionan. Primer dato importante a tener en cuenta. ¿Por qué se celebra entonces el día 25 como el nacimiento de Jesús? Antes de dar respuesta a esta interesante pregunta, remitámonos a los orígenes de estas "fiestas" (entrecomillo, para algunos).
En sus inicios la Navidad era una fusión entre la celebración cristiana del nacimiento de Jesús, más conocida como Natividad (de ahí el nombre actual de Navidad) y de antiguas fiestas romanas y paganas, como las saturnalias, fiestas romanas en honor al dios Saturno que incluían regalos, banquetes y celebraciones familiares.
Otra de estas festividades romanas era la homenajeada al Sol Invictus o Sol Invencible, cuyo nacimiento se celebraba el 25 de diciembre. Sin embargo no fue hasta el siglo IV, bajo el reinado del emperador Constantino y la influencia del Papa Julio I, cuando se fijó el 25 de diciembre como fecha de celebración, con el propósito de cristianizar las fiestas paganas de entonces, haciéndola coincidir con el "nacimiento del sol".
El resultado es que aún en nuestros días, perviven algunas de estas tradiciones paganas como el árbol de Navidad, en donde los ejemplares de hoja perenne simbolizaban la vida eterna. De ahí que hoy en día se sigan utilizando árboles como el pino o el abeto, afortunadamente cada vez más utilizados en su versión artificial, como árboles más representativos de estas fechas.
Posteriormente, en el año 1223, en pleno siglo XIII, San Francisco de Asís, incorpora a la Navidad el primer pesebre viviente popularizando de esta forma la representación del nacimiento y creando la primera figuración a la que años después se sumaría la tradición de los belenes.
En el siglo XIX, en el año 1812, se celebró el primer sorteo de Navidad. Desde entonces nunca ha dejado de celebrarse, ni siquiera durante el transcurso de la Guerra Civil. Una costumbre que acaba por convertirse en tradición con el transcurso del tiempo.
En el siglo XX la Navidad trasciende lo puramente religioso y vuelve a convertirse en una celebración familiar con un marcado perfil comercial a nivel global y los grandes almacenes entran a formar parte del actual maratón consumista.
Este año que acaba, los españoles hemos sido testigos de como algunos medios de comunicación, los mismos que aconsejan consumir a través de su publicidad, recomendaban a los espectadores guardar la compostura y reservarse a la hora de hablar de algunos temas en el momento de sentarse a la mesa. Como si el problema de la convivencia de estas fechas tuviese su origen ahí.
Pero lamentablemente estas fechas para algunos y fiestas para otros, forman parte de una tradición y por tanto de una imposición social que nadie ha votado ni firmado. Las “fiestas” aunque gusten terminan siendo cansadas a lo largo de los treinta días largos, y los horarios en las fechas más importantes se alargan hasta altas horas de la madrugada, sin tener en cuenta los derechos de los demás al descanso y a sus principios. La euforia de los petardos y de los fuegos artificiales contrasta con la alegría interior y verdadera. La alegría de verse estos días es tan artificial que es necesario algo de alcohol para desinhibirse ante alguien con el que se suponía cierta confianza.
Las autoridades eclesiásticas hacen caso omiso en sus discursos ante la avaricia reinante en las mesas. Ante las sobras que terminarán estas fechas en la basura, mientras personas como los gazatíes o los ucranianos no tienen que comer o con qué calentarse.
Ninguna mención al dinero que podría recaudarse por parte de la Iglesia y del Estado renunciando a los gastos superfluos, excesivos e innecesarios de estas fechas para destinarlo a las personas vulnerables, verdaderos protagonistas del Evangelio.
Ninguna referencia a las comilonas aberrantes y abominables ingeridas delante del pobre recién nacido que acaba supuestamente de nacer en forma de un claro sacrilegio o profanación ni a ante los demás excesos que van en contra del mensaje de pobreza y solidaridad.
Ningún recuerdo hacia aquellas personas que han muerto como consecuencia de estas “fiestas” por causa del alcohol en las carreteras o en los hospitales o hacia aquellos que velan estos días por la salud y la integridad física de todos. ¿Para cuando un mensaje como el del Rey por parte de la Iglesia a sus fieles? Como si el silencio cómplice e hipócrita formase parte de eso que algunos denominan el espíritu navideño.
La solidaridad de estas fiestas apenas sobrepasa el círculo familiar y la pobreza, la solidaridad y la libertad interior brillan por su ausencia. Al fin nos hemos enterado, gracias a los medios de comunicación que en multitud de casas se discute porque la gente se ve porque es Navidad, no porque realmente le apetezca o le salga del corazón. ¿Ya lo hemos entendido? La Navidad junta pero no une.
El espíritu navideño solo lo poseen aquellos que celebran la Navidad aunque no sean creyentes, es decir profanos. Las personas que no sienten estas celebraciones pero hacen el esfuerzo año tras año de viajar y de sentarse a la mesa como deferencia hacia los suyos, los que optan por la moderación, por las bebidas sin alcohol, por los platos caseros y sencillos, son sin embargo los grandes incomprendidos y los que según algunos no tienen espíritu navideño.
Como si el espíritu navideño, el auténtico, el de la empatía practicada por las personas que no sienten estas fechas y aún así se sientan al lado de los suyos, sean religiosos o paganos, no fuera un ejemplo lo suficientemente elocuente para años después darse cuenta, que lo que ellos consideran espíritu navideño, es un sentimiento que además de no ser mutuo, sigue siendo excluyente.
José Luis Meléndez. Madrid, 29 de diciembre del 2025. Fuente de la imagen Freepik.com
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