No hay cosa que más detesto que las frases socorridas que algunos escupen a otros de forma automática desde los refraneros o dichos que anidan en el subconsciente colectivo. Incapaces en su impotencia y ante su falta de empatía de mostrar un mínimo de naturalidad o al menos de discreción.
Supongo que a algunos de ustedes también les habrán mojado la cara con el propósito de aliviar su alma doliente con frases del tipo: "pero la vida sigue". Y algunas veces me he quedado con las ganas de responder: ¿a qué vida te refieres?: ¿a la del difunto/a?, ¿a la mía?, ¿o a la tuya? ¡Maldita sea! "La vida sigue", sí, pero la muerte también y sigue llevándose cada día cientos o miles de vidas.
Estos días he reflexionado mucho sobre la vida; bueno más bien sobre la muerte, ese fin de ciclo que algunos siguen presentando como un acontecimento misterioso, desconocido e incluso trágico, el cual aprovechan para hacer negocio y/o manipular conciencias, ofreciéndonos ante la mismísima muerte una nueva vida. La vida sigue, pero la muerte al parecer no.
¡Vaya por Dios! Así que parece que también me queda vedado ese estado tan deseado que es la nada, el no ser, el no sufrimiento. Otra vida eterna con menos gasto de energía y por lo tanto más sostenible. Incluso es posible que tampoco tenga los catorce días de desestimiento en la nueva vida, que sin embargo si disfruto como consumidor en esta penosa y azarosa existencia. Seguiré pagando por los siglos de los siglos, es decir durante milenios, el mordisco de aquella manzana, que a pesar de estar prohibida, le fue ofrecida a algún antepasado de mi especie.
No sé si en el paraíso terrenal existirá la muerte, pero en el jardín que trabajo siempre las hay, y no solo en el mundo vegetal, precisamente. Así que siempre suelo tener preparadas nuevas fuentes de vida como estos esquejes que tengo preparados pertenecientes a varias especies. Pero también existen otros jardines, plantas o árboles moribundas como el caso del níspero, plantado solo, a pleno sol, que vi ayer, en el que la vida y la muerte se disputan aun su triunfo, sin saber que las dos forman parte de una misma esencia.