Traductor

30 de septiembre de 2025

La librería

Los libros son el polen por medio del cual los lectores elaboran la miel de su alma

Las librerías personales de uno, deberían ser como los buenos amigos, pocos, pero buenos. Pocos, para disponer de tiempo que dedicarles, y, buenos para compartir con ellos los mejores momentos y más altos valores.

Buscar libros es algo parecido a ir a comprar ropa. Algunos libros no los leeremos nunca porque no son de nuestra talla. Otros porque en su día se nos quedaron pequeños, y otros porque aún no han despertado en nosotros el correspondiente interés.

Mi librería personal es pequeña. En ella solo coexisten los libros que por su idiosincrasia han dejado en mi interior el suficiente interés para volver a ser releídos. Y por otro lado están aquellas obras que aún esperan ser ojeadas por primera vez. Recorrerla visualmente, constituye por tanto un apasionado y maravilloso viaje entre el pasado, el presente y el futuro. En ella conviven autores de distintos géneros, edades y sexos. Así podemos encontrar cocineros, psicólogos, escritores clásicos, poetas, sexólogos, o articulistas sobresalientes, entre otros.

Se da la curiosa circunstancia que a muchos de estos escritores los considero, sin conocerlos, como amigos y a la vez maestros. Amigos por los buenos momentos que me han hecho pasar y maestros por lo que he aprendido y me han enseñado leyendo sus obras. Lo que resulta a todas luces incongruente es que se considere amigo a una persona que acabas de añadir a una red, sin conocerla de nada.

La gran mayoría de los libros que pueblan las estanterías de mis autores y mía (considero por respeto a los autores elegidos y admirados, que uno no es dueño de su librería y que comparte su titularidad con cada uno de las personas que han enriquecido tu alma y ennoblecido tus estantes), provienen de expurgos, algunos de los cuales han sido sanados después de haberles sometido a laboriosas operaciones de restauración. Otros son libros abandonados y encontrados. El resto son ejemplares de escritores admirados adquiridos en perfecto estado a precio de saldo en algunas librerías.

Los estantes son ecosistemas que tienen vida propia, y, que están sujetos a las viejas y sabias leyes de la naturaleza. Viejos libros que en su día parecían interesantes van quedando relegados, después de haber cumplido su función didáctica. El lugar y espacio vital que ocuparon durante años, será ocupado por otros autores y géneros de la cadena trófica.

La lectura es ese diálogo interior que el lector mantiene con su autor o autora. Solo así pueden comprenderse las innumerables conversaciones pendientes que aún le quedan a uno por mantener con sus autores más admirados Y que de este diálogo pueda surgir la respectiva complicidad imaginaria con nuestros respectivos autores.

El libro, es un alma generosa que se reencarna en materia para cobrar vida en la mente de otros lectores. Cumpliendo y cerrándose así el ciclo natural de la vida. Es curiosa la forma que tienen los libros. Cuando uno los toma con su mano y los abre, le empieza a embargar la sensación de que tiene un ave entre las manos. Un ave, que, con sus dos alas o tapas desplegadas, le invita a uno a volar con él, el tiempo que uno necesite.

Si invitase a todos los autores que pueblan mi pequeña librería a la casa que habito, no tendrían, debido a su número, cabida en ella. Tampoco dispondría del tiempo necesario y suficiente, para entablar con ellos la conversación relajada y gratificante que en su día mantuve leyendo algunas de sus obras.

Sin embargo, gracias a sus obras y a los estantes, puedo tener un pequeño y a la vez gran tesoro de su alma en mi pequeña habitación. Y puedo convivir con gran parte de ellos. Ellos, sin saberlo, son precisamente, los vecinos más próximos, más íntimos y especiales.

Los familiares, los amigos e incluso nuestras queridas mascotas se van, pero los buenos libros continúan estando presentes y disponibles las veinticuatro horas del día. Ayudándonos unas noches a conciliar el sueño, otras a distraer la atención de problemas terrenales o a proporcionarnos alguna orientación en momentos de incertidumbre. A darnos ánimos en tiempos de flaqueza o a iluminar nuestro espíritu con reflexiones capaces de despejar nuestras dudas.

La librería es una reserva espiritual de almas sabias e instruidas en cada una de sus especialidades. De hombres y mujeres terrenales y ultramundanos que un día se fueron y a los cuales no les hizo falta despedirse porque siempre estarán entre nosotros. Compartiendo entre ellos y con nosotros, la línea del tiempo. El tiempo pasa por los estantes, pero su energía espiritual, permanece intacta a pesar de los años.

Siento una gran pena, al pensar que un día, tendré que abandonar este ecosistema, bajo el cual he crecido, al cual he ido podando y regando para que recobrase y me diese a su vez cada día más vida a lo largo de mi existencia tan corta como intensa. Y es que, pienso que, morir en la cama con uno de esos ejemplares, debe de ser una de las despedidas más sinceras y entrañables que uno puede experimentar.

Ningún amigo, por muy bueno que sea, está ante la necesidad, igual de disponible que lo está un buen libro. Los libros nos invitan por medio de la lectura al silencio y a la introspección. Son a su vez una fuente permanente de placer. Uno puede equivocarse al escoger un título de un autor, pero un libro, por sí solo, no tiene la capacidad de engañarte.

Los libros son el polen por medio del cual los lectores elaboran la miel de su alma. Las mejores citas y encuentros que he tenido en mi vida, han sido con los libros. Hay autores de los cuales guardo mejores recuerdos que de algunas personas conocidas. Leer me gusta más que hablar, pero hablar me gusta menos que escribir.

En algunos de mis vuelos o fantasías literarias he llegado a imaginarme asistir a un coloquio formado por mis autores preferidos. Hoy, sin embargo, me conformo con que sean inquilinos que residen en algunas de mis estanterías. Me parece interesante la palabra estantería, porque en su acepción reafirma la presencia de algo. Y es que, un libro no solo está en el estante (valga la redundancia), también empieza a ser o a recobrar vida cuando uno lo acuna en sus manos y lo interpela con su mirada.

José Luis Meléndez. Madrid, 10 de junio del 2024. Fuente de la imagen: pixabay.com