Hace treinta años, el 5 de diciembre de 1994, en una ceremonia celebrada en Budapest (Hungría), Ucrania se unió a Bielorrusia y Kazajistán para renunciar a sus arsenales nucleares a cambio de garantías de seguridad por parte de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China… y Rusia.
A través del Memorándum de Budapest, documento que selló dicho acuerdo, Ucrania se comprometió a devolver a Moscú, las ojivas nucleares instaladas en su territorio. A cambio, los gobiernos firmantes, se comprometieron a “respetar la independencia, la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania” y “abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza” contra el país.
Rusia ha vulnerado no solo dicho acuerdo, sino los tratados internacionales, cuando el día 24 de febrero de 2022, invadió Ucrania. China ha sido un país cómplice que a fecha de hoy no solo no ha condenado dicha invasión, sino que ha preferido situarse de una forma subrepticia al lado del país invasor. Se entiende ahora porqué Zelenski, ante la negativa trumputinista de la anexión de Ucrania a la OTAN, haya propuesto la instalación de armas nucleares en Ucrania.
La América cada día más pequeña de Trump está haciendo lo propio, situándose al lado de una Rusia más grande. Es más, Trump ha llegado a declarar que “Ucrania podría ser rusa algún día”. Para ello no ha dudado en colaborar y en hacer todo tipo concesiones antes de sentarse a negociar con Putin, sin contar con Ucrania ni con Europa.
Trump ha sido putinizado, ¿quién lo desputinizará? El desputinizador que lo desputinice, buen desputinizador será. Basta ver su conformidad total con las demandas rusas y las negativas absolutas a Ucrania. En un escenario así es imposible una negociación, es decir, un acuerdo que satisfaga a todas las partes. La admiración del señor Trump hacia su amigo comunista es tal que ha llegado a imitar los protocolos megalómanos de Putin. Salidas a través de puertas de dimensiones colosales y paseo por la alfombra roja hasta llegar al lugar de su comparecencia.
Con el cortejo a Trump y el ninguneo a los veintisiete presidentes europeos, incluidos insultos a Zelenski llamándole dictador, Trump prefiere reunirse con su amigo Putin, que, según él, es mucho más demócrata que Zelenski. Su ingenuidad le lleva a confiar más en Putin que en los veintisiete Estados miembros de la Unión Europea. “Creo que quiere la paz”, ha declarado refiriéndose a las intenciones del primer mandatario ruso. La fe ciega de Trump en su homólogo ruso, le impide recordar las andadas de Putin por Crimea y posteriormente por las recientes provincias conquistadas. Putin ejerce tal dominación psicológica sobre Trump que está plenamente convencido que, si deja esta vez a Europa sola, no se va a atrever una tercera vez a hacer lo mismo.
Europa, según los Estados resentidos de Trump, ya es mayor para defenderse militarmente, pero no para representarse a sí misma en las negociaciones con Rusia. “Nada debe ser decidido en Ucrania sin Ucrania, ya que se trata de un país soberano con un gobierno democráticamente electo. Y al mismo tiempo, nada que afecte directamente a la seguridad europea deber ser decidido sin Europa y sin la voz europea”, ha declarado el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Más conciso y explícito ha sido el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, que ha declarado que “Nadie está obligado a adaptar nuestro modelo, pero nadie puede imponernos el suyo”.
La deslealtad o traición del primer presidente americano hacia sus socios europeos y la predilección por sus nuevos socios como Israel o Rusia, ha quedado meridianamente clara. Las negociaciones en forma de concesiones hacia los dictadores siempre son mucho más fáciles y enriquecedoras para el magnate a pesar de sus terribles y nefastas consecuencias.
En el año 1991 el entonces ministro belga de Exteriores Mark Eyskens definió el Viejo Continente de esta guisa: “Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar”. Trump pide a Europa pero hace concesiones a Rusia. El presidente Trumputinista, es consciente de ello, por eso le ha pedido a Europa que aumente su gasto en Defensa, hasta elevarlo al 5% de su PIB, mientras que su país tan solo lo hace con un 3,4%. Eso sí, al menos, ha tenido la gentileza de ofrecerse a aumentar su economía con la extracción de tierras raras de Ucrania por valor de 500.000 millones, mientras las tropas europeas defienden la frontera ucraniana. Europa defiende a América, mientras esta se hace un poquito más grande (eufemismo de más rica), a costa de Europa, mientras Rusia se rearma y se hace más grande con las concesiones de Trump a su colega. Sin aranceles, claro está. Un perfecto plan de paz.
El filósofo, analista y estratega político ruso, Alexander Dugin, cuyas ideas políticas han sido asociadas al fascismo y al nacional bolchevismo, ha aconsejado a los alemanes que “voten por AfD (la extrema derecha que en lugar de Alternativas para Alemania persigue alternativas Trumputinistas) u ocuparemos Alemania una vez más y la dividiremos entre Rusia y EE.UU”. Y hace unas semanas el magnate tecnológico estadounidense Elon Musk, animaba al centro derecha alemán a votar por las mismas siglas. ¡Qué casualidad que ideólogos rusos y americanos coincidan! Tal vez Europa tenga ahora una idea aproximada de cual es al menos uno de los motivos por los cuales no ha sido invitada a las negociaciones.
El sinsentido y la inhumanidad parecen hacerse instalado en la Casa Blanca. Los contratos y los negocios han prevalecido en las conversaciones bilaterales entre EE.UU y Rusia, por encima de la seguridad de los ucranianos y de los europeos. La paz es una excusa para hablar de intereses económicos.
“Reunión de pastores, oveja muerta”, reza un refrán español. La oveja que en este caso es Europa, aún no está muerta, pero ha sido apartada y puesta encima de la mesa. Putin ya ha mordido varias de las provincias ucranianas y Trump ya ha declarado su interés por colonizar las tierras raras ucranianas. El plan presentado por Washington establece tres fases. Un alto el fuego, unas elecciones y una declaración de paz. De esta forma Trump le ofrece a Putin el cuchillo con el cual degollar a la oveja. Unas elecciones gracias a las cuales Putin podría influir para poner un gobierno títere.
La defensa de las democracias no es una prioridad para el Trumputinismo. Paul Krugman, prestigioso economista estadounidense advertía hace unos días que Estados Unidos está en peligro de convertirse en una dictadura.
Trump ha salido al rescate de Putin, no de Europa. El magnate no es un político, sino un hombre de negocios. En los apenas treinta días de su mandato ha demostrado que el dinero para él, está por encima de los valores que representa Europa, como son la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho o los Derechos Humanos.
Trump no necesita ni da lugar a que el Partido Demócrata le haga oposición porque el mismo es un espíritu contradictorio. Él solo deporta. Para acoger migrantes no le importa pedírselo a otros países como Jordania o Egipto. Sin embargo, está de acuerdo con los inmigrantes rusos que han invadido a mano armada Ucrania causando la muerte de miles de ucranianos. Y no duda en recompensar a Rusia por ello, entregándola parte del país conquistado.
Las corrientes democráticas que surcan el espacio europeo son un peligroso hándicap para la Fuerza aérea Trumputinista, que no sabe cómo reaccionar ante tanta libertad. Si a estas turbulencias añadimos el desfase horario, es fácil entender la incoherencia de las declaraciones de sus pasajeros una vez que toman tierra.
Cuatro son las guerras a las que se enfrenta Trump en estos momentos. La que mantiene internamente consigo mismo por medio de sus contradicciones. La que dijo que iba a terminar en veinticuatro días y un mes después no se ha sentado a negociar personalmente. La guerra comercial a nivel planetario a través de los aranceles y la guerra imaginaria resultante de las tres anteriores que en su impotencia negociadora ha dejado caer como posibilidad. La tercera guerra mundial.
Trump necesita la guerra para sentirse protagonista. La guerra es un medio que le permite recabar ingresos a través del negocio de las armas. Si América se hace más grande, él no puede sentirse más pequeño.
José Luis Meléndez. Madrid, 20 de febrero del 2025. Fuente de la imagen: Shutterstock