“Europa no puede ser el único herbívoro en un mundo de carnívoros”
La amarga derrota de Kamala Harris en las urnas y la pésima gestión de la guerra contra Europa que libra Putin, ha terminado por dejar a la Administración Trump una patata caliente, aún sin pelar, difícil de llevarse a la boca y más difícil todavía de masticar y de digerir.
Biden predijo que la guerra duraría un mes y Trump dijo que acabaría con ella en las veinticuatro primeras horas de su mandato. O el tiempo cunde más de lo habitual en Estados Unidos que en el Viejo Continente, o los problemas se enfocan desde allí, con una mayor simpleza de lo que las circunstancias requieren.
Si los treinta días de Biden se han convertido en tres años de conflicto, aplicando la misma regla de tres, Trump necesitaría como mínimo, un mes y dos días para acabar con la guerra, o que Putin terminase con el mundo, que sería otra forma de leer entre líneas las estimaciones de ambos líderes, si tenemos en cuenta que la guerra, para más inri, la está ganando Rusia.
Según una reciente encuesta, el 52% de los ucranianos desea poner fin a la guerra. Lo que no recoge, ni especifica dicho documento, es de qué forma y/o en qué condiciones.
Si uno se atiene a las filtraciones de las propuestas realizadas curiosamente de una forma unilateral por Occidente, entendiendo como tal a la OTAN y los Estados Unidos (la voz de Europa parece que no cuenta), todo parece indicar que sin entrar aún en una negociación abierta, el bando perdedor de Occidente, estaría dispuesto a ceder parte de su territorio, lo que demuestra que la batalla de la negociación la ganaría de nuevo Rusia, ante la debilidad, las vacilaciones de las propuestas y la actitud de sumisión, por no decir de inferioridad, mostrada por los representantes occidentales.
Por el contrario Rusia con su estrategia, está demostrando su superioridad en esta nueva fase. Para ello ha preferido mantenerse en una situación de máximos, y espera como premio a los territorios conquistados, una negociación a su favor. Cabe recordar que, en el transcurso de estos tres años, Rusia ha conquistado 111.340 kilómetros cuadrados de Ucrania. Una superficie similar a la de Portugal, lo cual se traduce en un 18.44% de territorio ucraniano, cifra que el mismo Zelenski actualizó en el mes de febrero a un 26% del país.
Las dos partes saben que se aproxima un hipotético final, razón por la cual han aumentado la intensidad de sus ataques, con objeto de llegar con una mayor fuerza a la mesa de negociaciones.
Putin, ha logrado esquivar los efectos de las sanciones económicas, ha creado sobre la marcha su OTAN euroasiática, incorporando a países aliados como Bielorrusia, Corea del Norte, Irán o China. Y ha conseguido, a diferencia de su adversario que apenas impacte ningún misil en su territorio, gracias a la intimidación que ha ejercido sobre occidente y el mundo con su arsenal nuclear.
De nada sirven las excusas del movimiento MAGA (Make Again Great América), liderado por Steve Bannon, “os salvamos de dos guerras mundiales. Ya es suficiente”. Estados Unidos si se aparta es porque en primer lugar reconoce su derrota, igual que lo hizo en Irak o en Afganistán. Y porque prefiere vivir gracias a una Europa que le compre armas, energía y series cinematográficas, mientras tiene a los europeos abducidos con su tecnología. En resumidas cuentas Trump no puede hacer una América grande si no es gracias a la colaboración, vía aranceles de Europa. “Tendréis que pagar por acceder al mercado estadounidense. Ya no es libre, el libre mercado se acabó porque Europa ha abusado de nosotros, al igual que otros aliados”, sentencia Bannon.
Ahora resulta que el enemigo del movimiento MAGA es la Europa democrática en lugar de la Rusia autocrática de Putin, a la cual no solo no critican, sino que piensan condecorarla, entregando los escudos de las cuatro provincias invadidas por las armas.
Hasta la fecha son tres las propuestas ofrecidas por Ucrania. La que mantenía el ex Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, coincidente con Zelenski, consistente en la entrada de Kiev en la Alianza Atlántica, a excepción del territorio ocupado, que permanecería temporalmente bajo ocupación rusa, con la intención de recuperar terreno por vía diplomática, según manifestó Zelenski en una entrevista con Sky News el 29 de noviembre.
El general retirado Keith Kellog, asesor de Trump y encargado de las negociaciones, expone como segunda propuesta seguir armando a Ucrania para impedir avances rusos después de un hipotético alto el fuego. A cambio Ucrania tendría que participar en conversaciones de paz. El exmilitar es partidario de ceder las cuatro provincias y de renunciar a entrar en la OTAN, al menos durante veinte años, a cambio de escasas garantías de paz. Asimismo, Kellog sugirió ante una negativa de Moscú a entablar el diálogo, que Estados Unidos podría aumentar de forma considerable la ayuda militar a Ucrania, para forzar el cambio de postura del Kremlin.
Como tercera propuesta, Estados Unidos apostaría por seguir armando a Ucrania sin la renuncia a los territorios ocupados con la posibilidad de reconquistarlos de forma diplomática (sic), sin desvelar la renuncia o acogida a la OTAN, hasta la llegada de Trump a la Casa Blanca.
De momento la propuesta más favorable para Rusia expuesta por el general Kellog, ya cuenta con la respuesta del oligarca ruso Konstantin Malafeer, quien ha declarado que “para que las discusiones (evita el término negociación) sean constructivas, no deberían versar sobre el futuro de Ucrania, sino sobre el futuro de Europa y del mundo (el futuro de Rusia no entra en el debate). Si no quieren hablar de eso, se pueden ir al infierno”.
Rusia no solo no propone, sino que rechaza la propuesta que más le beneficia. La cuestión que cabe plantearse no es si Ucrania, Estados Unidos o la OTAN quieren la paz, sino si a Rusia le interesa en el contexto de debilidad que se encuentra Europa un alto el fuego.
En la actualidad existen 260.000 millones de activos rusos en valores y efectivo inmovilizados en la Unión Europea. Los intereses generados de ese capital, es decir, 1.500 millones de euros, los ha destinado Europa en ayudas a Ucrania, no descartándose la posibilidad de que esos 260.000 millones se utilicen un día para reconstruir Ucrania.
Cabría preguntarse, en el supuesto de que la Administración Trump levantase estas sanciones a Rusia, si estaría dispuesta a pagar un porcentaje a Europa, igual que lo hace cada uno de sus socios en la OTAN, en concepto de daños y perjuicios ocasionados por el nefasto y estrepitoso fracaso de su gestión con la OTAN en Ucrania.
Trump pensaba acabar con la guerra, pero aun en el supuesto de un futuro y posible acuerdo de paz, la guerra de disuasión psicológica seguiría.
Putin ha ganado la guerra, ahora falta saber si Occidente va a rendirse también en la negociación. Si Putin intimida al mundo con sus misiles, la OTAN debe intimidar a Putin con sus siglas. Si Kiev no entra de forma inmediata en la OTAN, ¿con qué derecho piensa exigir a sus socios un aumento de la contribución para una defensa fallida que ha servido para que Europa ceda parte de un territorio que no ha sabido defender?
Como dice Josep Borrell, ex Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, “Europa no puede ser el único herbívoro en un mundo de carnívoros”.
José Luis Meléndez. Madrid, 07 de diciembre del 2024, Fuente de la imagen: Freepik.es